Software Libre, entre la soberanía, la descolonización y las proyecciones tecnológicas
Iván Terceros
Introducción
Hace 15 años era casi impensable unir conceptos como soberanía, descolonización y tecnología en una misma frase, el hacerlo podían pasar por una propuesta poco seria, ya que la idea de tecnología estaba (y en alguna forma continua) ligada a los centros de desarrollo y diseño que habían construido el mundo conocido, o por lo menos visibilizado.
Las narraciones digitales construida durante el siglo XX enmarcaban no solamente a los Estados que habían invertido en su desarrollo, sino a grandes corporaciones como los responsables de la vida tecnológica del futuro, y desde una perspectiva de no intervención del Estado. No por nada en 1995, Bill Gates se aventuró a publicar un libro predictivo, en el cual el futuro se basaba en conclusiones deducidas de los propios éxitos alcanzados por su empresa hasta ese momento, la idea del estado interviniente de lo público no estaba necesariamente dentro de su ecuación.
Nuestra narración va al revés, comienza en el interés popular sobre lo digital para converger al imaginario técnico.
Podemos pensar a los noventas latinoamericanos como una de las etapas que sirven para entender la presente década. En principio porque a diferencia de lo ocurrido en los centros globales, nuestro ingreso al mundo de la tecnología digital se centra en esa década. Mientras que para “los centros” se piensa en los años 80s a sus narraciones populares de tecnología, mientras que los 70s son pensados a las historias del desarrollo de la ingeniería digital. Nuestra narración va al revés, comienza en el interés popular sobre lo digital para converger al imaginario técnico. Los usuarios primero, luego los hackers, el uso y luego el desarrollo. Es importante tener en cuenta esta diferencia.
No hay mucho que decir del software libre, el imaginario tecnológico de esas décadas está dominado, o colonizado desde una perspectiva.
La soberanía tecnológica
Desde un punto de vista puede ser complicado entender la idea de “soberanía tecnológica” si no se la liga a la emergencia de los “gobiernos progresistas” en latinoamérica (con todas sus contradicciones), que repusieron en el debate público el concepto de “patria”, “lo público” y “lo común”. Enmarcando muchos de los conceptos a sentimientos antimperialistas producidos desde las luchas de los años 70s, que pensaban la necesidad de construir naciones desvinculadas de la influencia de EEUU como centro de diseño y desarrollo político. Sin embargo la visión no contemplaba claramente el control y manejo de la tecnología dentro de los imaginarios populares de izquierda, en un sentido de soberanía, más allá de la idea de la industrialización y de la transferencia de tecnología.
Nuestra idea emergente de soberanía tecnológica está estrechamente ligada en este momento a las condiciones del Estado, y particularmente hacia uno autónomo de sus propias decisiones políticas y con la capacidad de involucramiento real dentro de la sociedad, lo cual había sido restringida en décadas pasadas.
Quizá los argumentos más importantes que derivaron en la propuesta de soberanía, fue el trazo del tráfico de la información desde las instituciones estatales hacia sí mismas, como al enviar correos electrónicos, esto derivó a pensar que sus comunicaciones no eran completamente seguras y más bien estaban interceptadas por otros estados y corporaciones, por tanto carecían de soberanía.
La idea del software libre gana terreno dentro del concepto de soberanía tecnológica debido a que en el fondo se está hablando sobre lo público, haciendo referencia a la constitución de movimientos sociales que reclaman activamente lo público como el motor de las garantías sociales. Entonces, no se podría pensar la relación entre soberanía y software libre sin la mediación de sus organizaciones activistas que han incursionado al espacio público.
La idea del software libre gana terreno dentro del concepto de soberanía tecnológica debido a que en el fondo se está hablando sobre lo público.
Sin embrago, hay que notar que hasta este punto no hay una propuesta radicalmente diferente y contextualizada que enfrente el problema de lo soberano dentro de la tecnología, básicamente la tradición por la cual se está construyendo el concepto, refiere a una concepción más tradicional de lo público mediado por el Estado y al control y desarrollo de la tecnología desde una visión desarrollista. La narración del usuario – desarrollador, para invertirla pasa a ser un argumento para hablar de soberanía tecnológica, pensando en la capacidad de producción.
La descolonización tecnológica
Los zapatistas levantados en 1994, no pretendían la toma del poder tal y como era la idea tradicional de la revolución, al mismo tiempo que se marcaba una vinculación entre la tecnología y la lucha social. Lo importante de esta historia es que se reabre una corriente de críticas al mismo sentido del desarrollo y a la linealidad de las posibilidades de futuro, en lo cual la tecnología no está aislada.
Es muy complicado hablar de las teorías decoloniales en un artículo corto, sin embargo tecnológicamente abren bastantes interrogantes que no son fácilmente digeridas desde el mundo de la ingeniería, entre otras cosas sobre los futuros tecnológicos que se desarrollan en los centros, no son necesariamente los mismos futuros y/o presentes nuestros. Por lo que no necesariamente se podría usar los mismos conceptos en el diseño de tecnología.
Estos planteamientos visibilizan las condiciones de una matriz multimensional que llega a traspasar al Estado y su papel de garante en el ejercicio de las formas de lo público y de la soberanía en general.
El pensamiento descolonizador sobre tecnología podría de una manera más concreta expresarse, por ejemplo, en la necesidad del reconocimiento del multilinguismo, o en los sentidos sociales que produce el uso o no uso de determinados tipos de software. En cierta forma también en el cuestionamiento a la idea de carencias que abordaron los puesta en escena de los conceptos de las brechas.
La identidad propia
El estado boliviano habla de soberanía tecnológica dentro un plan conocido como la “Agenda 2025” (el plan de Estado a mediano plazo), se refiere a un nuevo concepto como elemento fundamental para alcanzar la soberanía, la identidad tecnológica propia.
Este concepto es muy interesante ya que está ligado a ambos conceptos reflexionados, de una forma se plantea la necesidad de la generación de una identidad en proyección al pasado y al futuro en términos de desarrollo tecnológico. La idea de la identidad propia, es posiblemente uno de los retos más complicados y que requieren mayor madurez para enfrentar, ya que las identidades son el producto de una negociación intensa en un conjunto complejo de elementos que terminan en mestizaje.
La idea de la identidad propia, es posiblemente uno de los retos más complicados y que requieren mayor madurez para enfrentar, ya que las identidades son el producto de una negociación intensa.
En este caso no son pocos los elementos que están en negociación, ya que se enfrentan en condiciones relativamente similares desde perspectivas desarrollistas, liberales, occidentales, posmodernas, decoloniales, ancestrales, etc., para la composición de una identidad que represente el foco singular de valor para la producción y a su vez arme una narrativa mestiza de proyección tecnológica y que incorpore además al software libre en la mediación.
Proyecciones – Ciudades de conocimiento
El desarrollo de estas reflexiones posibilitaron una diversidad de proyectos, pero las iniciativas que llaman más la atención en el sentido que buscan articular relatos, son los planes de ciudades de conocimiento en Bolivia y Ecuador, que son además, los dos países que tiene constituciones basadas en principios de vivir bien/buen vivir.
A rápido modo, se puede observar que en el caso del Ecuador a pesar de que el gobierno haya tenido una visión más seria sobre desarrollo de conocimiento y tecnología como reemplazo del extractivismo y de los monocultivos agrícolas. Yachay, la ciudad de conocimiento, no se puede decir que es completamente producto de esta serie de perspectivas desarrolladas, o por lo menos no completamente, sino más bien se nota un enfoque hacia paradigmas más centrados en modelos de centros de desarrollo.
Si bien no hay una critica fuerte desde las comunidades de software libre a Yachay por la poca o nula utilización de herramientas libres en los planes de desarrollo de conocimiento, las críticas externas pasan más bien por escándalos financieros y de visión de cultura tecnológica mediante la cual se ha constituido el proyecto.
Por otro lado, Bolivia anunció la construcción de una “ciudadela de conocimiento”, que sin embargo carece hasta el momento de un diseño complejo, llegando a un punto de tener versiones hasta contradictorias por parte de los portavoces. Al mismo tiempo se nota también un fuerte peso hacia la idea del uso de la ciudadela de conocimiento para la industrialización de recursos naturales, lo cual nos lleva al debate sobre si el interés de montar esta ciudadela es para un cambio de matriz y sentidos de producción tecnológica, o más bien para seguir el sueño modernista industrial.
Conclusión
El software libre no ha logrado articular en estas décadas intensas políticamente, que han generado diversidad de discusiones sobre tecnología una propuesta conjunta sobre identidad tecnológica lo suficientemente fuerte para encaminara políticas públicas en proyección, tanto como soberanía y/o descolonización tecnológica.
La identidad propia de la tecnología, como una piedra filosofal, pensada desde ambientes locales latinoamericanos, debería ser pensada en la búsqueda de mestizajes.
Sin embargo ha servido como un elemento transversal que ha permitido reflexionar la complejidad de posibilidades y en gran parte debido además, a la presencia de sus movimientos activistas que han ido traspasando a áreas más específicas de discusión.
La identidad propia de la tecnología, como una piedra filosofal, pensada desde ambientes locales latinoamericanos, debería ser pensada en la búsqueda de mestizajes que permita una proyección de futuro tecnológico, donde el software libre tenga un papel fundamental gracias a transversalidad con lo público.
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