#noal218: razones para una victoria de la cultura libre
Jorge Gemetto
Cuando hace poco más de un mes en Uruguay salió a la luz pública el artículo 218 del proyecto de ley de Rendición de Cuentas, el panorama que intuíamos desde el movimiento de cultura libre era sombrío. El artículo, incluido en medio de una ley ómnibus de más de 300 medidas administrativas, disponía extender los plazos de las restricciones por derechos de autor hasta 70 años después de la muerte de los autores. En la actualidad ese plazo es de 50 años post-mortem, en cumplimiento con las obligaciones mínimas que impone la Organización Mundial de Comercio.
La razón de nuestro pesimismo venía de la forma de inclusión de la medida, que no habilitaba el debate público, y, sobre todo, porque el pedido había salido de la Cámara Uruguaya del Disco con el apoyo de AGADU, la entidad de gestión colectiva de derechos de autor.
Sin embargo, diez días después nos encontrábamos inesperadamente festejando la caída del artículo 218 y el comienzo de un debate público en Uruguay sobre el acceso a la cultura en tiempos digitales.
La extensión del plazo de protección de los Derechos de Propiedad Intelectual merece una discusión pública y democrática
¿Cómo sucedió un giro tan rotundo? ¿Qué fuerzas intervinieron para el cambio? La victoria conseguida por la ciudadanía sería difícil de entender si no prestamos atención al contexto y si no vemos los pasos previos que llevaron a esta explosión del debate. Diez años atrás, en 2003, la ley de derechos de autor había sido modificada sin discusión pública, un día 31 de diciembre. En esa oportunidad, se aumentaron los plazos 10 años (los que, sugestivamente, vencían en 2013) y se agregaron una enorme cantidad de restricciones a la compartición por medios digitales. Desde aquel momento hasta hoy, han ocurrido transformaciones fundamentales en la sociedad uruguaya.
En primer lugar, hubo un aumento sustancial del acceso a tecnologías digitales, impulsado por el abaratamiento de los dispositivos en el mercado y por políticas públicas como el Plan Ceibal (programa educativo que otorga una computadora por niño) y los planes de conectividad universal de Antel, la empresa pública de telecomunicaciones. Este proceso transformó en buena medida las prácticas sociales relativas a cómo se accede, se comparte y se crea la cultura. Como en otras partes del mundo, en Uruguay rápidamente nos acostumbramos a usar la Wikipedia, los foros temáticos, las redes sociales, los servicios como Taringa!, Cuevana, subdivx y muchos otros de compartición, recomendación y construcción colectiva de conocimiento.
En sintonía con estas transformaciones, se consolidó en Uruguay el movimiento del software libre, el cual cuenta ya con una nutrida historia de luchas y logros, entre los más recientes la media sanción a la ley de software libre en el Estado y la resolución de la Universidad de la República sobre el uso y la promoción del software libre.
El Software Libre y los formatos abiertos son la forma de garantizar libertad, soberanía e independencia tecnológica.
En el sector de la educación cobró fuerza el movimiento de educadores en favor de los recursos educativos abiertos, y en la investigación aumentó el interés por el open access.
En el ámbito artístico-cultural, proliferaron las iniciativas de grupos y sellos musicales independientes que comenzaron a subir sus producciones a la web para compartirlas con gente de todo el mundo. Desde muy temprano, estos proyectos entendieron las ventajas que la distribución por Internet trae para los artistas independientes: el abaratamiento de los costos, la proyección internacional y una mayor autonomía con respecto a los agentes poderosos en la estructura tradicional de la producción de música. Eventualmente, varias de estas iniciativas uruguayas se articularon en una red de sellos de música libre.
De forma paralela, se dieron procesos similares en ámbitos como el de los ilustradores, los productores audiovisuales independientes, los fotógrafos, los murguistas y varios otros.
Toda esta nueva actividad cultural se fue acercando en mayor o menor medida al uso de licencias libres para compartir las obras, las cuales se adaptaban mucho mejor a la forma de trabajar de las personas involucradas. El uso de las redes sociales, por otra parte, facilitó el acercamiento de los artistas entre sí, tanto dentro de Uruguay como con gente de otras partes del mundo. Así, se hicieron más comunes las colaboraciones y de a poco se fueron generando redes más o menos amplias de trabajo y de confianza.
A nivel de la opinión pública, tuvieron un impacto fuerte en Uruguay las discusiones internacionales sobre la ley SOPA, el cierre de Megaupload y el ACTA.
Todo este proceso, repetimos, se vio apuntalado en gran parte por el Plan Ceibal, que desde su inicio utilizó computadoras con software libre, que permitió a los chicos desarrollar su creatividad con software para música, artes visuales y otras disciplinas artísticas, y que convirtió a un número importante de docentes en creadores de contenidos educativos, haciendo que también ellos aprendieran la ética del compartir.
Simona Levi: Hay que ganar la revolución que estamos viviendo. El tema de Internet es sólo uno de los campos de batalla en el que se está luchando. Los ciudadanos tenemos que seguir vigilantes porque siempre se puede plantear algo que reduzca nuestros derechos conquistados.
Por tanto, cuando en marzo de 2012 Simona Levi, una de las activistas más reconocidas de la cultura libre en el mundo, visitó Montevideo, no fue una sorpresa que su presencia haya atraído a una gran cantidad de gente en una serie charlas y actividades abiertas donde se discutió encendidamente sobre creatividad, Internet y derechos culturales. La visita de Simona fue importante también porque ella misma se encargó de reunir y articular a varios grupos de personas que veníamos trabajando sobre cultura libre en distintos ámbitos, a la vez que amplió el contacto con movimientos de otros países.
Unos meses más tarde, en septiembre de 2012, pasó por Uruguay el LibreBus Cono Sur, una iniciativa internacional que reunió a activistas de Iberoamérica en un viaje de 8000 km por Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay, difundiendo la libertad para compartir. El LibreBus realizó actividades dentro de Montevideo en espacios como la Universidad de la República y el Centro Cultural de España, pero también viajó al Interior, acercándose a las ciudades de Maldonado y Paysandú, así como a lugares más pequeños como Aiguá y Carmelo. El resultado más importante del LibreBus fue que hizo crecer exponencialmente las redes de creadores de obras libres y de activistas, uniéndonos con gente de los países de la región.
Una de las características que tuvo históricamente el movimiento de cultura libre en Uruguay fue el trabajo en red y en grupos autoorganizados, careciendo en buena medida de institucionalidad. Esta realidad favoreció la agilidad de las acciones y la flexibilidad, pero mostró límites a la hora de lograr interlocución con el Estado, con los medios de comunicación y con otros actores de la vida cultural uruguaya. Con la mira puesta en lograr estos objetivos, distintos grupos que ya venían trabajando desde hace tiempo dieron a luz, en los últimos meses, instituciones como Wikimedia Uruguay, CESoL (Centro de Estudios de Software Libre) y Creative Commons Uruguay (esta última, aún en proceso de consolidación).
Cuando hace poco más de un mes descubrimos que un artículo perdido en la Rendición de Cuentas buscaba privatizar veinte años de patrimonio cultural uruguayo, nuestra primera reacción fue el pesimismo. De alguna manera, aun no éramos conscientes de la profunda base sobre la cual se podía conseguir una victoria. Inmediatamente nos pusimos manos a la obra, sin grandes esperanzas pero decididos a hacer todo lo que estuviera a nuestro alcance para detener la medida.
En pocos días se multiplicaron las reacciones en las redes sociales, al tiempo que volaban centenares y hasta miles de mails para organizar reuniones, entrevistas y acciones concretas. Enseguida lanzamos la plataforma #noal218 y comenzamos a recibir adhesiones de amigos, de colectivos afines y también de los lugares más inesperados. Se sumaron organizaciones de estudiantes, bibliotecólogos, músicos, actores, escritores, ilustradores, murguistas, militantes del software libre, militantes feministas, radios, editoriales, centros culturales y organizaciones internacionales de derechos humanos. El Ministerio de Educación y Cultura, que había redactado la medida, reaccionó a tiempo ante la presión de la sociedad y recibió a integrantes del movimiento en varias oportunidades. A los pocos días, el Ministro decidió dar marcha atrás con la medida y se comprometió a generar un debate amplio sobre acceso a la cultura y derecho de autor, que deberá incluir a todos los sectores involucrados.
Mientras que hace diez años la opinión pública estaba desinformada y las leyes de derecho de autor eran definidas por unos pocos grupos de presión, hoy tenemos, en cambio, una sociedad civil organizada, una ciudadanía consciente de la importancia que tiene la circulación de cultura, y un escenario institucional más plural que equilibra la balanza de poder en beneficio de toda la sociedad.
El siguiente paso de este amplio movimiento de cultura libre es conformar un espacio propositivo que pase al frente a la hora de impulsar cambios legislativos y políticas públicas. Para esto, estamos trabajando en una agenda positiva de derechos culturales, que reconoce y alienta el uso que todas las personas hacemos de Internet cotidianamente, y que ubica el derecho de acceso a la cultura por encima de los intereses de unos pocos sectores privilegiados.
En los últimos años Uruguay se ha puesto a la vanguardia de Latinoamérica a la hora de reconocer derechos sociales, y la sensación que se respira en este momento es que la libertad para compartir cultura es uno de los próximos derechos a conquistar.