Cultura Libre: redistribución del poder y trabajo entre pares
San Hoerth Moura y Angie Schenerock
Pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de cultura libre?
Empezamos con el irrevocable hecho de que el concepto de cultura libre se inserta en el debate amplio de los Bienes Comunes (Commons), una vez que estos se refieren a los bienes que son de toda la humanidad, y que por ello no deben de ser privatizados o patentizados. Estos bienes tienen una larga lista, entre los que podemos destacar, sólo por citar algunos: los bienes comunes naturales (la tierra, los bosques, las semillas, el agua, los minerales, el aire, entre otros), los bienes comunes tecnológicos y de información (software, literatura, cine, música) y los bienes comunes científicos (las fórmulas de medicamentos, el ADN de seres humanos, animales y plantas). Estos bienes, que deben de ser comunes para todas las personas, están siendo amenazados por las políticas desarrollistas corporativistas, que los privatizan y patentizan, permitiendo su uso y disfrute solamente para unos pocos que tienen el poder económico para adquirirlos.
En lo específico, la cultura libre se asocia con la liberalización, por medio de licencias o permisos, de obras literarias, cinematográficas, musicales, fotográficas y pictóricas. El debate surge a partir de las revoluciones creadas por Internet, que permiten que un mayor número de personas tenga acceso a estas obras de manera libre, gratuita. Además, el concepto entraña una forma de pensar, de vivir y de ser, que parte de una premisa ética en la cual las creaciones no se dan en el vacío, sino que son resultado de relaciones, de interacciones, de variaciones sobre un tema dado.
Nadie crea a partir del cero, de la nada, sino que desde lo que ya existía. Así que, liberar una obra literaria (sea un libro, un ensayo, una historia, un artículo) o musical (sea una canción, una cápsula de radio) o cinematográfica o fotográfica es, por un lado, permitir su derivación, su multiplicación creativa y su transformación en otra obra. Por otro lado, es permitir que más personas se inspiren, se informen, se orienten y crezcan con ella por el simple hecho de disfrutarla, copiarla y compartirla con otras personas. El Internet permite que las obras sean más divulgadas y conocidas, permite que el conocimiento y la información circule, y que más creatividades se vayan gestando.
En suma el concepto de cultura libre se refiere a los permisos o licencias de obras literarias, cinematográficas, musicales, fotográficas y pictóricas que circulan sin trabas legales, pueden ser mejoradas, incrementadas. En definitiva, son obras que tienen libre circulación y permiten seguir creando a partir de ellas. Liberar permite la derivación, la multiplicación, la realización de infinitas variaciones sobre un tema dado.
Sin embargo, el concepto de cultura libre va más allá de las licencias. También se refiere a las otras creaciones que no son literarias, ni musicales, ni cinematográficas, ni fotográficas, como por ejemplo: la receta de open-cola, o la del pozol, o la de artefactos como tractores, autos, computadoras, electrodomésticos, entre otros, que son fabricados de manera casera y su “receta” o “prototipo” son compartidos y difundidos para que otras personas puedan acceder a ellas. El impacto económico de esta práctica es enorme, ya que es mucho más barato y divertido que un grupo de campesinos construya sus propias máquinas comprando las piezas, que comprándolas ya hechas por la Cartepillar… Cultura libre también significa que los prototipos y las recetas se comparten, y al compartirlas las sociedades se enriquecen.
La filosofía entre pares, conocida como P2P (peer-to-peer), surge como plataforma tecnológica y se deriva a modelos de producción muchos más amplios, donde el valor del conocimiento compartido es la clave de su desarrollo. El P2P entra de lleno en el escenario de la cultura libre para darle sustento material a nivel de infraestructura, pero supera sus propias barreras al transformarse en modelo de producción.
La cultura libre tiene aspectos de vital importancia en el cambio de las estructuras de poder. Pone a quiénes crean con quiénes consumen esas creaciones en contacto directo, sin intermediarios como las grandes transnacionales del entretenimiento por ejemplo. A su vez por medio del modelo de producción P2P surge un nuevo paradigma productivo, que pone en jaque al actual sistema capitalista.
De exclusiones y utopías
Hoy la humanidad está en proceso de transformación, la tecnología está presente en nuestras vidas en mayor o menor medida, como por ejemplo, la telefonía celular, la tarjeta de crédito o las computadoras personales. Si bien, por un lado el movimiento de cultura libre va creciendo de forma muy acelerada, éste no deja de existir dentro de un mundillo específico, convirtiéndose en algunos casos en un movimiento de elite, ya que para “entender y vivir” la cultura libre tienes que conocer su filosofía y ser un poco tecno-fan (lo que en el mundo digital se denomina Geek) y tener una destreza mínima con la computadora y sus términos. Es más: al menos tienes que tener acceso a una computadora y a una red de Internet para poder sumarte a esta ola emancipadora de la cultura.
Aquí es donde comienzan las dicotomías. La Cultura Libre se propone como “libre”, para todos y todas, pero son pocos los que podemos acceder a ello. Quizás una de las premisas filtro de la Cultura Libre es que es un movimiento de auto convocatoria. Todo el mundo está invitado, pero no todo el mundo tiene medios para llegar a la cita. Para llegar a esta cita necesitas tener ciertas habilidades, muy específicas, relacionadas con las nuevas tecnologías, saber al menos navegar en internet y leer cómo funciona una licencia. Tener tiempo libre para investigar, para informarte. Y más: necesitas contar con información, “capital intelectual”. Necesitas, en pocas palabras, poder disfrutar de los derechos básicos a la educación, a la información, al trabajo, a la vivienda, a la salud, a la alimentación… de modo que necesitas ser una persona que no hace parte del enorme contingente de las excluidas y excluidos del sistema.
La Cultura libre es una fuente inagotable de recursos, uno siempre va a recibir más de lo que da. La Cultura Libre, conceptualmente hablando, se basa en la idea de la abundancia infinita. En contraposición a esto nos vemos rodeados en América Latina de contextos de exclusión y opresión, de marginación y pobreza, y esto conlleva de forma intrínseca el interrogante: si la cultura libre vive en la abundancia, ¿cómo se puede llevar esta abundancia en opción de las personas excluidas? ¿Es la Cultura Libre un movimiento de clase? ¿De qué clase? ¿Entran todos y todas en el movimiento de Cultura Libre? ¿Cómo funciona esto de la Cultura Libre en contextos de exclusión? ¿Es posible abordar esta temática? ¿Puede ser la cultura libre una herramienta de organización y producción para los oprimidos y las oprimidas de la tierra?
Si quiénes militamos apasionada y sinceramente en el movimiento diverso de Cultura Libre no somos capaces de responder estas preguntas, o si ni siquiera lo intentamos, es posible que nos estamos olvidando de que la esencia del compartir en libertad, siempre está sujeta a condiciones sociales, educativas, económicas y políticas determinadas. ¿Cómo hace una campesina indígena de Bolivia o de México o algún país de la América Morena cuyas condiciones de vida son de extrema pobreza, para poder participar de esta abundancia cultural? Qué pasa si los hijos e hijas de estas familias no tendrán oportunidad de tener acceso a internet, a la información, al tiempo libre para poder investigar y aprender.
En este número de Pillku intentamos dar nuestro modesto aporte al debate de estos interrogantes en inquietudes que consideramos imprescindibles responder desde una práctica que retroalimenta las teorías que sostienen nuestras acciones.
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Escrita colaborativamente por Santiago Hoerth y Angélica Schenerock