Crónica de un librenauta
Jaime Gutiérrez Alfaro
En mayo del 2011 se inició el recorrido de LibreBus por Centroamérica (Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica). En esa oportunidad, me sumé al proyecto para aportar principalmente con el tema de software libre, pero al finalizar había comprendido que las ideas que defiende y promueve el software libre eran compartidas por muchos otros colectivos: por los campesinos, en sus luchas para preservar el conocimiento ancestral sobre sus semillas; por los artistas que tienen que ingeniárselas para encontrar espacios donde ofrecer su trabajo; y por los gestores culturales que en algunos lugares se juegan el pellejo por brindar espacios donde sea posible expresarse con libertad. Muchas de esas experiencias me permitieron enriquecer mis posturas en cuando a la libertad para compartir y la cultura libre. Además, por ese mismo tiempo comencé a laborar como docente en el Instituto Tecnológico de Costa Rica, donde encontré un espacio para replantearme las mismas ideas aplicadas a los aspectos educativos.
Un año después, surgió la posibilidad de volverme a vestir de librenauta. LibreBus ConoSur (Chile, Argentina, Uruguay y Paraguay) tomaba forma y se planteaba de nuevo la oportunidad para aprender, reflexionar e intercambiar ideas en torno a libertad para compartir, software libre, educación abierta y REA (recursos educativos abiertos o libres), libertad de expresión, biodiversidad y medioambiente y género. En esta pequeña crónica intentaré plasmar algunas ideas que, si bien no llegan a ser conclusiones, me parecen valiosas de compartir por las discusiones que se podrían generar.
Nuestra región tiene características que son envidiables: poseemos una riquísima diversidad cultural, pero aún así mantenemos una unidad que nos permite reconocernos como latinoamericanos. Compartimos una lengua común, vivencias y realidades entre todos los países de la Patria Grande, e inclusive a nivel político muchas de las discusiones que se dan en un país son tomados en cuenta en las discusiones de otro y viceversa. En este escenario de profunda construcción de Latinoamérica como una región, el tema de la soberanía en sus distintas facetas fue recurrente en varias de las discusiones que desarrollamos durante el recorrido.
La problemática asociada a la modificación artificial de la genética de semillas, la dependencia que se está creando de corporaciones foráneas que distribuyen las semillas y los monocultivos, fueron temas que se plantearon como problemáticas que vivimos actualmente en la región. Durante muchos de los desplazamientos en el bus, nuestra compañía fueron mares interminables de soja; en muchos de estos lugares antes había bosques nativos. El daño que generan estas plantaciones y el tipo de fumigación que reciben (con pesticidas que matan todo a su alrededor) podría ser irreversible. Basta dar un vistazo al origen de las corporaciones que promueven estas transformaciones para notar que en sus países de origen ya han exterminado mucha de la biodiversidad que existía. La lucha de los grupos ecologistas y ambientalistas nos permite ser conscientes de la importancia de preservar nuestras formas tradicionales de cultivo y de nuestras semillas criollas. La preservación de este conocimiento, que tiene un origen ancestral, ha sido posible únicamente porque ha sido compartido, y esto ha generado prosperidad para las poblaciones, nos ha permitido gozar de una diversidad de alimentos que podemos degustar en nuestros platillos tradicionales, e inclusive nos ha proporcionado remedios medicinales que han sido perfeccionados de generación a generación, y siguen vivos gracias a que fueron compartidos. Hoy este conocimiento está siendo puesto lejos del alcance de las personas, pues estas corporaciones están utilizando los mecanismos legales de propiedad intelectual, que ellas mismas han estado impulsando en los gobiernos locales, nacionales y en foros internacionales, para privarnos de lo que siempre ha sido nuestro.
Desde la óptica de la tecnología (software libre y hardware libre), el panorama es ligeramente distinto pero en esencia se comparten las problemáticas. Tradicionalmente en la agricultura el conocimiento ha sido nuestro y ahora nos lo están expropiando, en la tecnología nosotros estamos luchando por acceder y apropiarnos del conocimiento que han desarrollado (y no han compartido), pero la propuesta no es para hacer lo mismo que ellos, sino para garantizar que dicha tecnología estará disponible para todos de forma libre. Sin embargo, no por eso estamos exentos de problemáticas a futuro. Hoy en día una de las principales razones por las que se apoya la construcción de tecnología libre es de orden económico. En muchos de nuestros países no disponemos del dinero suficiente para comprar tecnología “acabada”, y ante la oportunidad de construir soluciones por un costo menor utilizando alternativas tecnológicas libres, se termina optando por esta segunda opción. Poco a poco surgen más proyectos en los cuales nos vamos apropiando del conocimiento necesario para producir nuestra propia tecnología, desarrollándonos y dejando de lado la dependencia con aquellos “productores de tecnología” que nos entregaban únicamente un producto que sabíamos qué hacía pero no cómo lo hacía. Sin embargo, para mí el problema sigue abierto: en muchos casos el desarrollo local de tecnología libre ha seguido razones económicas, ¿qué pasará entonces cuando nuestra región tenga el dinero suficiente para que esas razones ya no sean válidas? ¿Van a seguir apostando al desarrollo de tecnología libre o van a querer la tecnología “acabada”? Me parece que es ahí donde hay que trabajar, para hacer que nuestra región asuma un compromiso ideológico claro que favorezca nuestra propia producción tecnológica, que sea libre y que permita que el conocimiento generado esté disponible para todos sin restricciones.
Las mismas restricciones que afectan a biodiversidad y tecnología las encontramos plasmadas en la educación, en la forma de limitaciones al acceso a libros de texto, artículos científicos o inclusive tecnología educativa. Una vez más, esta problemática nace por las restricciones impuestas a ciertos materiales que nos limitan ridículamente el acceso, en muchos casos nada más para satisfacer el interés comercial de algunas casas editoriales, que actúan como intermediarios de autores cuyo único objetivo con la obra era dar a conocer sus ideas. Por suerte, cada vez más son los autores o las instituciones que se plantean otras opciones de publicación de materiales que eviten que los lectores tengan que entrar en disputas por acceder al conocimiento. Un ejemplo que nos muestra esta variación en cuanto al pensamiento nos lo comentaron los participantes del Proyecto Ómnibus Hacker, con quienes sostuvimos un encuentro virtual. Según nos comentaron, en Brasil están promoviendo un proyecto de ley a nivel de país y otro a nivel del estado de Río de Janeiro, con el cual quieren garantizar que los trabajos elaborados por funcionarios públicos sean libres y accesibles. De ser así, los profesores e investigadores de Brasil se convertirán dentro de unos pocos años en los principales abastecedores de materiales educativos de su país, cortando de golpe la dependencia que se ha creado a partir de la privatización del acceso a los materiales educativos. De propagarse en nuestra región una iniciativa como esta, dentro de muy poco tiempo acabaríamos con esta problemática, además al tener que trabajar en estos textos se ampliaría la discusión en torno a ciertos temas, con lo cual mejoraría de forma incalculable la calidad.
Las leyes de propiedad intelectual han venido a ponerle propietarios a la cultura, han deformado el flujo normal de la creación, del conocimiento y de nuestra sociedad. Sin embargo, la cultura es como un ser vivo, con lo cual también se adapta y evoluciona. La cultura libre es un nombre más largo para algo que ya se sabía que se desarrolla en libertad. El viaje realizado por el Cono Sur ha servido como una confirmación de la magnitud de un sentimiento que se comparte en la región, una muestra de cómo ante las limitaciones para desarrollarnos, los latinoamericanos apelamos a la creatividad para generar nuevas formas de cultura que no sea ocultada por unos pocos. Creo que el gran aporte de Librebus Cono Sur ha sido el de ofrecer una vitrina para el trabajo que se ha estado realizando en muchos de los lugares de la región, colectivos de trabajo que gracias al recorrido del LibreBus se han dado cuenta de los proyectos de otros y personas que ven que pueden contar con otras para unirse al desarrollo de una cultura basada en compartir libremente.