Ciber/Ecofeminismo
Karla Paola Aguilar Herreros
Los diversos feminismos son, ya de por sí, radicales, subversivos, decoloniales, agresivos respecto que no darán un paso atrás en su objetivo por derrocar el sistema patriarcal en todas sus formas; y los ciberfeminismos y ecofeminismos no son la excepción, detectándose en cada uno de ellos objetivos y formas específicas de lucha.
El ciberfeminismo nace con el Manifiesto Cyborg de Donna Haraway en 1987, a principios de los noventas con VNS Matrix y su Manifiesto Cyborg para el siglo XXI en Australia y más adelante en 1997 con la celebración del Primer Encuentro Internacional Ciberfeminista en Alemania.
Dice Alex Galloway que la ciberfeminista es “una mezcla única entre activista, ciberpunki, pensadora y artista”.
En sus inicios se trata de un movimiento que con arte, ironía, parodia y creatividad busca apropiarse de las tecnologías. Nace como un encuentro de mujeres en el ciberespacio, una alianza de mujeres y máquinas, siendo su principio fundamental empoderar a las mujeres a través de la tecnología. Dice Alex Galloway que la ciberfeminista es “una mezcla única entre activista, ciberpunki, pensadora y artista”.
Las ciberfeministas se apropian de un campo que, originalmente, estuvo hecho por y para el hombre blanco occidental. Como bien menciona Victoria Vesna, “es irónico que las ciencias informáticas, uno de los campos de hegemonía masculina, haya desarrollado una máquina con potencial para desestabilizar los arraigados sistemas patriarcales”. La llegada de la tecnología informática ha permitido que el encuentro físico de mujeres para compartir, crear, transformar y ser sororarias ya no sea obligatorio, aunque si importante, gracias al ciberespacio.
Según la ciberfeminista Rosi Braidotti, “la utilización de la tecnología supone la estrategia más efectiva para liberar nuestra imaginación colectiva del falo y sus valores accesorios como son el dinero, la exclusión y la dominación, el nacionalismo, la femineidad icónica y la violencia sistematizada”.
Sin embargo, es importante apuntar que a pesar de que el ciberfeminismo supone un ataque declarado a pilares básicos del patriarcado moderno no podemos caer en pensar las tecnologías en un sentido utópico y esencialista. Las tecnologías no son neutras, pues también con y en ellas se reproducen las estructuras de poder y dominio que se vive en el mundo real, siendo sus expresiones en el mundo virtual también misóginas, sexistas, homofóbicas, racistas y clasistas. El mundo de las tecnologías informáticas no se extiende con puertas abiertas a las mujeres sino que se topan con obstáculos y trabas, en la mayoría de los casos incrementando los estereotipos de género y ampliando las formas de violencia y exclusión.
Esto se ve reflejado en la brecha digital de género, en el cual según un informe de la UIT, hay 200 millones menos de mujeres que de hombres en línea. Pero ¿qué pasa con las mujeres que actualmente tienen acceso a las tecnologías? ¿es inmediato el acceso de las tecnologías como fuente empoderadora, creadora, transformadora?
Dar por hecho que las mujeres por tener acceso a las tecnologías estarán empoderadas es caer en una ingenua suposición. No debemos ser inocentes respecto al uso que hacemos de estas. Como feministas en el ciberespacio se hace necesario impulsar acciones comprometidas políticamente a través redes de cooperación y visibilización que sean críticas al sistema patriarcal. El ciberfeminismo únicamente en el campo virtual no es suficiente y sus compromisos y acciones deben llevarse al ámbito de lo físico, con resultados palpables. Algunas ciberfeministas que llaman a llevar la batalla del ciberespacio a la realidad son Rosi Braidotti y Faith Wilding.
Dar por hecho que las mujeres por tener acceso a las tecnologías estarán empoderadas es caer en una ingenua suposición.
Respecto al ecofeminismo, este surge en la década de los setentas como un conjunto de teorías y prácticas filosóficas y políticas que analizan los vínculos entre la explotación de la Naturaleza y la opresión de las mujeres, brindando alternativas críticas a las relaciones que tenemos entre seres humanos, y las relaciones que tenemos como sociedad con la naturaleza.
Es un movimiento que promueve el activismo, utilizando un marco que se enfrenta a cuestiones de género, raza, clase y naturaleza. Una postura ecofeminista supone analizar la interconexión de todas las formas de dominación. En 1980 en la universidad Amherst en Massachusetts, Estados Unidos se llevó a cabo uno de las primeras y más grandes manifestaciones del ecofeminismo: la conferencia Mujeres y Vida en la Tierra. Cabe aclarar que el ecofeminismo no sugiere que las mujeres sean las únicas o principales agentes capaces de actuar positivamente frente a la crisis ambiental, sino que la crítica feminista tiene mucho que aportar a una cultura ecológica de la igualdad.
El ecofeminismo ha tenido diversas corrientes, siendo dos de las más distintivas la postura esencialista y la constructivista. Sin embargo, independientemente de la postura ecofeminista, este movimiento en general se encuentra comprometido con la transformación social, teniendo como tema central la integración de temas personales, sociales y medioambientales, así como el desarrollo de agendas políticas y acciones multilaterales que nos lleven crear otras formas de ser y relacionarnos con el mundo, advirtiendo sobre el agotamiento de un modelo económico, cultural y occidental que pone en crisis tanto a la vida humana como a la no humana y criticando la jerarquía de valores sobre la que se basa el sistema patriarcal.
El ecofeminismo surge y se desarrolla también en la época del ciberfeminismo antes mencionado, la praxis transformadora del ecofeminismo ante la problemática mujeres-naturaleza se abre un nuevo campo de acción: el ciberespacio.
La experiencia del ecofeminismo organizado y conectado de forma flexible y horizontal, parece otorga cierta ventaja en el acceso a la red de redes. No obstante, a pesar de que las ecofeministas han utilizado metáforas como “retejer el mundo” y “reconectar e interconectar la red”, una postura clásica y esencialista del ecofeminismo llevaría a una tecnofobia innecesaria, sin puntos de encuentro con el ciberfeminismo.
Como ejemplo tomo a Françoise D’Eaubonne (feminista que acuñó el término ecofeminismo) quien “lamentaba la pérdida de contacto humano y el desconocimiento de la sabiduría del pasado, llamando a las mujeres a organizar la resistencia de lo carnal contra lo virtual. Fue durante los años 80 que el pesimismo por parte de ecofeministas, sobre todo de tendencia esencialista como Mies y Shiva, provocó una tecnofobia en el feminismo. Su crítica se basaba sobre todo en un postura decolonial que denunciaba las tecnologías patriarcales a favor del mercado y consumo, y que más que informar, desinformaba a las sociedades a su conveniencia.
Para encontrarse con el ecofeminismo, el cibeferminismo también debe dejar de lado una postura esencialista y utópica de la Red como elemento femenino liberador, y adoptar un postura más cercana al ciberfeminismo social propuesta por Monserrat Boix, como aquel que contiene una agenda de lucha política y de transformación social, en el cual se considera una prioridad la educación tecnológica de las mujeres, así como la creación de espacios y contenidos que les interese.
La praxis transformadora del ecofeminismo ante la problemática mujeres-naturaleza se abre un nuevo campo de acción: el ciberespacio.
Ecofeminismo y ciberfeminismo chocan para después encontrarse, mientras una generación de feministas mayores busca adaptarse a las tecnologías, las más jóvenes y de recién ingreso a las tecnológicas deben aprender y reivindicar la historia de una práctica feminista activista, adecuada para tratar los asuntos de las mujeres en una cultura tecnológica. Un encuentro de ambas se trata de un potencial político de Internet.
Es así que en 2003, la profesora finlandesa Kaarina Kailo propone el ciber-ecofeminismo:
“Propongo ciber/ecofeminismo como un matrimonio entre las dos escuelas feministas (eco- y ciberfeminismo) y como un método o visión del mundo autoreflexiva que busca asegurar que, como feministas, no reproduciremos los dualismos jerárquicos ni las posiciones de control del imaginario del poder (patriarcal).”
Kailo se enfoca más en las convergencias que en las divergencias y define su propuesta como “una danza a través de los tensos cables de la tecnología patriarcal y la naturaleza que los apoya, un malabarismo para retar al feminismo in-vitro”. Kailo entiende que la presencia feminista en la Red es uno de los medios de ofrecer una alternativa al modelo patriarcal dominante. El ciber-ecofeminismo busca superar la visión estereotipada sobre la preocupación ecológica como opuesta a la revolución tecnológica que ha permitido la apertura al mundo virtual.
El ciber-ecofeminismo busca superar la visión estereotipada sobre la preocupación ecológica como opuesta a la revolución tecnológica que ha permitido la apertura al mundo virtual.
La autora Saleta de Salvador Agra define el encuentro del ciberfeminismo y del ecofeminismo así: “Como si de un antivirus se tratase, buscando hacer frente a la infección patriarcal, detectando y eliminando la lógica de la exclusión, la relación entre los dos discursos encuentra un espacio de interconexión: la Red.”
El ciberespacio se abre como una potente posibilidad para aprender, conectarse y actuar, cambiando las formas en que las ecofeministas se han relacionado. Las dicotomías del marco conceptual de Karen Warren como público/privado, local/global, mujer/hombre, cultura/naturaleza, tienen la posibilidad de quebrarse, adoptar nuevas y otras formas en la red. El activismo ya no sólo se reduce a la actuación en las calles, ahora podemos actuar en el ámbito público desde un espacio privado pensando en el lema “Think Global, Act Local”. Estos nuevos territorios interactivos son lugares de socialización, formas de relación, conexión y participación social, que además vinculan al ciberfeminismo con el terreno de lo físico.
Las ciber y eco feministas deben seguir criticando el uso de internet como zoco: lugar de intercambio de carácter comercial. Si bien el ciberespacio es una plataforma para el conocimiento, no podemos dejar de lado que también en el aumenta el mercado, para transformar la información en una mercancía que tiene un costo. Se debe tener en cuenta que el desarrollo tecnológico en general es pensado desde la lógica de la economía, sin que sean prioridad las necesidades de las poblaciones más vulnerables, y sin considerar el alto costo ambiental que generan las grandes cantidades de basura electrónica, además del conocimiento basura. Los instrumentos tecnológicos se manufacturan hoy en el tercer mundo, pero es el primero el que distribuye y vende los productos terminados, todo ello gestionado por grandes monopolios.
Bien decía Sadie Plant que aparte de que las mujeres han tenido un papel menor de representación en el surgimiento de las máquinas digitales, han sido ellas las simuladoras, ensambladoras y programadoras de máquinas digitales, sin gozar en la misma medida de acceso y uso de estas.
Debemos aprovechar y decolonizar las redes, recuperar y escuchar a las voces silenciadas y devaluadas de las mujeres más perjudicadas y empobrecidas por la globalización, compartiendo sus diversos saberes para hacer frente a la crisis ecológica. Como menciona Vandana Shiva “sus voces son las voces de la liberación y transformación que aportan nuevas categorías de pensamiento y nuevas direcciones para explorar”. Más que víctimas o sujetos pasivos, situarnos como líderes y agentes de cambio a través de redes que tienen la capacidad de organizar y movilizar a un mayor número de personas en menor tiempo, por un mayor respeto a la vida en general.
Aparte de que las mujeres han tenido un papel menor de representación en el surgimiento de las máquinas digitales, han sido ellas las simuladoras, ensambladoras y programadoras de máquinas digitales, sin gozar en la misma medida de acceso y uso de estas.
El internet nos permite dar a conocer iniciativas y actividades que descentralizan el poder, la red como campo de acción política donde es posible crear espacios autogestionados, alternativos, con software libre y sin copyright, y promover nuestro derecho al libre acceso al conocimiento y uso de los beneficios tecnológicos. Eso nos permite actuar más como ciudadanas y menos como consumidoras a favor de la diversidad de información y en contra del monocultivo de la mente.
No es el objetivo de este artículo dar una mirada utópica y esencialista de las TIC y el ciberespacio como herramienta política pero si resaltar su importancia para el activismo ecofeminista y para llevar al ciberfeminismo a un actuar más político, crítico y responsable. Tampoco considero que se pueda hablar aún de la existencia de un ciber-ecofeminismo como corriente feminista, pero si como plantea Saleta de Salvador de Agra de un ciberactivismo ecofeminista que viene con fuerza tanto en el mundo virtual, como en el físico.
Notas:
Bibliografía
Pelayo, Menéndez, Mujer y ciberfeminismo: las nuevas tecnologías de la información, UIMP, Sevilla, 2001.
Puleo, Alicia, Ecofeminismo para otro mundo posible, Ediciones Cátedra, Universidad de València, Instituto de la Mujer, 2011.
Reverter Bañón, Sonia, “Ciberfeminismo: de virtual a político”, Universitat Jaume I, Teknokultura, Revista de Cultura Digital y Movimientos Sociales, 2013.
Salvador Agra, Saleta, Ciberactivismo ecofeminista, Universidad de Santiago de Compostela, Investigaciones Feministas, vol. 1, 2010, pp. 27-41.
Setright, Aynn, Ecofeminismo: sabiduría antigua para una Nueva Era, Orbis., Revista Científica Ciencias Humanas, vol. 10, núm. 28, mayo-agosto, 2014, pp. 50-63.
Wilding, Faith, ¿Dónde está el feminismo en el ciberfeminismo?, School of the Art Institute of Chicago, pp. 141-151, file:///Users/karlaaguilar/Downloads/205482-284830-1-PB.pdf.
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Karla Aguilar es colaboradora voluntaria en Agua y Vida: Mujeres, Derechos y Ambiente
@karlasisisi