La producción «peer-to-peer» y la llegada de los bienes comunes
Michel Bauwens
“En cierto momento de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en conflicto con las relaciones de producción existentes o, lo que sigue sólo expresa lo mismo en términos legales, con las relaciones de propiedad dentro del marco en el que han operado hasta ese momento. Desde formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en sus propias cadenas. Es cuando empieza una era de revolución social. Los cambios en los cimientos económicos conducen antes o después a la transformación de toda la inmensa superestructura (Karl Marx, Contribución a la crítica de economía política).
Las palabras nuevas que expresan conceptos nuevos suelen indicar movimientos a otros niveles de la realidad. Cuando leemos acerca de la extensa actividad ‘peer to peer‘ (compartir sin la intervención de una autoridad central) y la difusión del ‘código abierto’ (la reciprocidad de la creatividad), o nos encontramos con conceptos aparentemente paradójicos como ‘produsers’ (usuarios que generan valor mientras trabajan), o conceptos completamente nuevos como ‘phyles’ (redes transnacionales de pequeñas compañías en las que son predominantes los valores de los comunes), deberíamos investigar las innovaciones que el viejo lenguaje no expresa.
Somos testigos del nacimiento de un nuevo ‘protomodo’ de producción basada en formas colaborativas y distribuidas de organización. Se desarrolla dentro del capitalismo, de la misma manera en que Marx describió cómo las primeras formas del capitalismo comerciante e industrial se desarrollaron dentro del orden feudal. En otras palabras, un cambio de sistema está en la agenda, pero de manera inesperada; es decir, no como una alternativa socialista, sino como una alternativa basada en los comunes.
El capitalismo en la actualidad se enfrenta a límites, especialmente en lo que se refiere a los recursos disponibles, y a pesar del rápido crecimiento de las economías BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), está inmerso en un proceso de descomposición. Se trata de saber si el nuevo ‘protomodo’ puede generar la capacidad institucional y las alianzas capaces de romper el poder político del viejo orden.
Una manera de describir los cambios que tienen lugar es porque se desvían de un contexto donde las ventajas económicas y tecnológicas residen en las economías de gran escala y la producción masiva, que dependen del transporte global barato y la disponibilidad ininterrumpida de combustible fósil, a otro contexto donde las ‘economías de ámbito’ reducen el coste de la infraestructura compartida entre iniciativas de la red, lo que aporta ventajas competitivas.
Estas economías de ámbito permitirán el despliegue de las formas de producción distribuidas entre iguales que han posibilitado las nuevas tecnologías de la información y la comunicación.
La producción distribuida: ¿Quién tiene el control?
La crisis ecológica y la escasez de recursos hacen que el cambio hacia las economías de ámbito parezcan casi inevitables, bajo dos formas principales: la reciprocidad del conocimiento, el modelo de ‘código abierto’, y la reciprocidad de los recursos físicos, bajo la forma del ‘consumo colaborativo’, con el fin de movilizar los recursos ociosos. Las dos tienen lugar en el contexto mayor de la horizontalidad de la comunicación humana y la creación de valor compartido que ha hecho posible Internet. Estos dos conceptos implican la necesidad de adaptación entre instituciones centralizadas (tales como corporaciones y Estados) y Bienes Públicos productivos descentralizados e interconectados (tales como fabricantes de software de código abierto y usuarios de redes sociales). En torno a estas adaptaciones, hay una línea divisoria clara entre los contextos donde el control se confiere firmemente a las compañías y por lo tanto resulta desventajoso para los trabajadores/productores y aquellos en los que la dinámica colectiva es dominante y las instituciones deben acomodarse a las reglas y normas de una comunidad.
En el campo de la producción inmaterial, Facebook y Google son representativas de los modos en que los individuos comparten sus opiniones pero no colaboran entre sí en torno a propósitos comunes. Por regla general, las plataformas de este tipo utilizan modelos comerciales que no devuelven el valor a los usuarios que en realidad lo han creado.
La producción entre iguales y basada en los comunes nace, en cambio, como un ‘protomodo’ de producción en el que los Bienes Públicos productivos o ‘produsers’ crean valor en la innovación compartida, sea este valor conocimiento, código o diseño. Ocurre donde la gente puede conectarse horizontalmente y sin permiso para crear juntos valor común. Tiene un potencial enorme como apalancamiento para transformar lo que es ahora un ‘protomodo’ de producción en un modo real de producción que sea beneficioso para los trabajadores y los ‘commoners’ [usuarios de los comunes]. Para conseguir esto, se necesita romper estratégica y tácticamente con el capitalismo, aunque no necesariamente con las formas de mercado.
¿Cómo funciona la producción entre iguales basada en los bienes comunes?
Teniendo en cuenta la práctica dentro del campo de la producción inmaterial, el nuevo sistema funciona de la siguiente manera:
Los colaboradores son voluntarios o empleados retribuidos que trabajan en empresas colaboradoras. La infraestructura de la cooperación se mantiene a menudo mediante un nuevo tipo de asociación ‘con ánimo de lucro’ como la Fundación Wikimedia que supervisa Wikipedia o lo que se denominan Fundaciones FLOSS (Software libre de código abierto), como la Fundación Apache que proporciona apoyo legal, financiero y organizativo para el software que impulsa gran parte de la red.
Estas fundaciones no están al mando ni controlan la mano de obra productiva, sino que hacen posible su nacimiento y la asignación social de los recursos disponibles por parte de los productores asociados. En torno a estos comunes, presenciamos el nacimiento de coaliciones emprendedoras que crean valor de mercado ‘además de los comunes’.
Un ejemplo es el proveedor de código abierto Red Hat que distribuye y da soporte a una versión comercial del sistema operativo libre Linux. Su papel dentro del bucle de retroalimentación de la creación de valor consiste en posibilitar la reproducción social individual de los commoners y con frecuencia sustentar las asociaciones con ánimo de lucro que actúan como amortiguador entre la comunidad de productores entre iguales y los empresarios.
Esta modalidad emergente tiende a sobrepasar en cooperación y competitividad a los modos clásicos de producción capitalista. Esto es debido a su alto potencial de innovación (no susceptible de privatización), a la capacidad de un desarrollo paralelo distribuido a escala global, sin la intervención de burocracias costosas de control (igual que Wikipedia, donde cualquier colaborador con las habilidades necesarias puede trabajar en un módulo independientemente), y a los costos mucho menores de producción derivados de las estructuras de precio libres de los derechos de propiedad intelectual. Donde tienen lugar estas nuevas formas, en la generación del conocimiento, en la producción de software libre y ahora en la producción física emergente, tienden a desplazar los modos propietarios y basados en la propiedad intelectual. Un estudio realizado por la Computer and Communications Industry Association indica que la economía estadounidense de ‘uso razonable’, basada en el conocimiento compartido y de ‘copyright equilibrado’ ya da empleo a 17,5 millones de personas y constituyó en 2007 una sexta parte del PIB.
¿Se trata de reemplazar el capitalismo?
Igual que con los modos ‘protocapitalistas’ bajo el feudalismo, las nuevas formas de hoy conviven con la modalidad dominante e incluso pueden al principio fortalecerla. En la producción entre iguales, los colaboradores pueden trabajar individualmente para el capital; pero al mismo tiempo el papel de los comunes y la comunidad, junto con su lógica no capitalista y cooperativa explícita, es un aspecto central de la nueva organización de la producción. Los productores entre iguales son trabajadores del conocimiento y una parte esencial de la clase trabajadora, mientras que la coalición empresarial a menudo está dominada por una clase capitalista netarquista [cuya jerarquía es la red], una nueva categoría de capitalista que ya no depende de la propiedad de los derechos de propiedad intelectual sino del desarrollo y control de las plataformas de participación como Facebook. Esta clase netarquista sabe cómo capturar valor procedente de la producción social en beneficio del capital.
El nuevo modo de producción entre iguales tiene elementos que prefiguran un nuevo sistema productivo, ya que compartir el conocimiento, el código o el diseño sigue esencialmente una lógica similar al comunismo descrito por Marx: cualquiera puede contribuir y cualquiera con acceso a la red puede acceder al recurso. Los recursos se adjudican socialmente mediante las decisiones de los colaboradores que brindan sus habilidades y energía a una parte específica del proyecto. Las soluciones se suman a los comunes y todo el mundo las puede utilizar, incluso si sus creadores son al mismo tiempo empleados de empresas capitalistas.
La paradoja, por supuesto, es que este comunismo real es interdependiente del capitalismo real de la coalición emprendedora que trabaja con los comunes en cuestión. Esto hace que el modo transitorio de la producción entre iguales sea un nuevo campo de tensión social, lucha y, finalmente, una adaptación entre varias fuerzas sociales.
En última instancia, el potencial del nuevo modo es el mismo que para los anteriores ‘protomodos’ de producción cuando se emanciparon del viejo modo decadente, con el fin de ser autosuficiente y de esta manera reemplazar la ‘circulación del capital’ por una ‘circulación de lo común’ independiente. En una circulación de lo común, el valor que los commoners crean para los comunes contribuye directamente al mayor fortalecimiento de los mismos, sin dependencia del capital. ¿Cómo se puede conseguir esto?
Como elemento más importante, se requeriría una modificación de las licencias compartidas vigentes para impedir la captura de valor (sin retribución) por parte del capital; por ejemplo, el uso de la ‘producción entre iguales’ o la licencia ‘copy-far-left’, de acuerdo con la propuesta de Dmytry Kleiner y elegida por la Fundación P2P.
Nuestra propuesta es que los usuarios de los comunes deberían ser estructuras emprendedoras receptivas a los comunes y no compañías con ánimo de lucro máximo. Estas compañías éticas, cuyos miembros son los mismos commoners, se organizarían como compañías globales de diseño abierto. Se vincularían a redes de pequeñas fábricas que producen sobre la base del valor compartido y que podrían adoptar con más facilidad la gestión, la selección de personal y el suministro abiertos, lo que aseguraría la transparencia de toda la red, con el fin de crear el máximo alineamiento mutuo entre los participantes. Esto representa sencillamente una extensión de las prácticas organizativas existentes dentro de la ‘producción inmaterial de los comunes’, que combina la transparencia plena de todas las acciones con la coordinación negociada.
Para transformar la producción entre iguales desde un modo transitorio dentro del capitalismo a un modo de producción dominante potencialmente nuevo, tenemos que juntar los aspectos más comunes de la cooperación inmaterial con los fabricantes que no recompensan a los accionistas y los dueños del capital, sino que más bien valoran a los mismos creadores. Al interconectar a estos actores emergentes, crearemos una potente semilla para el futuro.
Una de las maneras de hacer esto es mediante la conversión de la economía social/solidaria existente en comunes de innovación compartida. Si los actores de la economía social adoptaran los comunes de innovación compartida, éstos llegarían a ser ‘hipercooperativos’ y por lo tanto altamente competitivos con las corporaciones multinacionales a las que superarían en velocidad y profundidad de innovación, además de en el precio, ya que operarían sin tener que pagar la recarga correspondiente a la propiedad intelectual. Lo que Marx describió como “formas enanas”, se transformarían en poderosos actores globales.
¿Cómo se aplica esto a la fabricación?
Un cambio impulsado por las corporaciones hacia formas distribuidas de producción ya lleva tiempo en marcha. Cuando esta fabricación distribuida clásica se una con el principio de los comunes de innovación compartida, es decir, la producción distribuida de ‘hardware abierto’, podrían tener lugar cambios drásticos. Marcin Jakubowski del proyecto Open Source Ecology [ecología de código abierto], que desarrolla unos 50 tipos de maquinaria de hardware abierto (tractores y máquinas de colocar ladrillos, de código abierto) y Wikispeed, el proyecto de automóviles de código abierto, han anunciado el desarrollo de una plataforma de ‘fabricación extrema’.
Equiparamos la producción entre iguales a la invención de la cadena de montaje de Henry Ford. Incorpora las metodologías rápidas de fabricación probadas en la producción de software de código abierto (como la ‘programación extrema’) dentro del mundo del diseño de maquinaria y las conecta directamente con las microfábricas y la iniciativa distribuida.
Como explica Jakubowski, este modelo aborda el tema de las economías de ámbito al ofrecer una infraestructura global de producción recíproca: la fabricación es una metodología de desarrollo de hardware de código abierto, que se centra en el diseño y la colaboración de código abierto, y el modelo de ingresos es la iniciativa distributiva… La magia de este método reside en el desarrollo paralelo distribuido, dinámico y sinérgico. Explica cómo su organización es mínima, pero mantiene la suficiente estructura para incrementar su escala.
Este tipo de sistema distribuido puede operar dentro del marco capitalista, pero también puede proporcionar, al asociarse con los comunes de innovación compartida, una nueva forma de fabricación distribuida y abierta centrada en la creación de valor social, en vez de la generación de beneficios. Las bases de un sistema de fabricación distribuida integrada ya están en fase de rápido desarrollo. Incluyen el acceso distribuido a la maquinaria: la impresión en 3D y otras formas de fabricación personal, de acuerdo con lo que se desarrolla actualmente en los fablabs [espacios de producción de objetos físicos a escala personal o local que agrupa máquinas controladas por ordenadores], hacklabs y en los modelos emergentes de microfabricación como Wikispeed y Local Motors.
Este sistema distribuido requiere el acceso a lugares físicos para facilitar la colaboración, espacios compartidos de trabajo, además de la posibilidad generalizada del aprendizaje entre iguales. El acceso distribuido al capital financiero es otro requisito, especialmente el crowdfunding, los préstamos solidarios y las monedas descentralizadas y distribuidas, tales como el dinero digital Bitcoin, basado en la criptografía. La expansión de estas formas de financiación entre iguales ya ha atraído la atención del director ejecutivo del Banco de Inglaterra, Andrew Haldane, que ha sugerido que los modelos de financiación entre iguales pronto podrían eliminar los bancos al por menor ineficaces.
El acceso a formas distribuidas de energía y materias primas será fundamental. Aquí también ya existen hábitos en este sentido. Por ejemplo, la mitad de la energía solar de Alemania la producen cooperativas locales de propiedad colectiva. Por tanto será necesario disponer de fórmulas legales que permitan este tipo de iniciativas.
Si es verdad que el modo capitalista de producción está llegando a sus propios límites y que la creación de valor emergente brinda oportunidades importantes para la producción centrada en los comunes, entonces debemos aprovecharlas, no sólo como una nueva práctica social sino como un proyecto emancipador de la sociedad.
¿Cómo se extendería a toda la sociedad la producción entre iguales?
El actual sistema capitalista se basa en dos premisas completamente erróneas: en primer lugar, que la naturaleza es abundante y puede explotarse infinitamente para un crecimiento sin fin; y en segundo lugar, que compartir la innovación, la cultura y la ciencia debe dificultarse mediante la privatización de la propiedad intelectual, una imposición de escasez artificial. Estos principios macroeconómicos se incorporan a las ‘constituciones’ de las corporaciones, cuyo único fin es el beneficio máximo, que están legalmente obligadas a enriquecer a sus accionistas mediante la maximización de externalidades sociales y medioambientales.
Los modelos de producción entre iguales nos muestran la posibilidad de una nueva realidad en la que la esfera cívica democrática, los comunes productivos y un mercado vibrante pueden convivir para el beneficio mutuo. Este modelo tiene tres dimensiones. En el centro de la creación de valor hay varios comunes, donde las innovaciones se depositan para que toda la humanidad las pueda compartir y construir sobre ellas.
Estos comunes se facilitan y protegen mediante asociaciones cívicas, sin ánimo de lucro, cuyo Estado socio es el territorio en el que se encuadren éstas, y que posibilitan dicha producción social. En torno a los comunes emerge una economía vibrante procedente de diversas compañías éticas, cuyas estructuras legales les vinculan a los valores y las metas de las comunidades de los comunes y no a la obtención a cualquier precio del beneficio máximo por parte de accionistas privados y ausentes.
En el punto de intersección de los tres círculos están los ciudadanos que toman decisiones sobre la forma óptima de sus sistemas de aprovisionamiento. Esto es lo que ocurrió cuando la estructura del contrapoder de Occupy Wall Street de Nueva York decidió complementar su abastecimiento gratuito de comida con el Street Vendor Project, lo que permitió a los activistas comprar comida a los vendedores ambulantes locales. Constituyó una elección consciente de iniciativa ciudadana hacia una economía ética a las órdenes de la ciudadanía y los comunes políticos. Occupy y los indignados representan el nacimiento de movimientos sociales, nativos digitales y la necesaria politización en torno a las nuevas posibilidades sociales y productivas.
Aunque el cambio hacia la producción distribuida puede ser inevitable, la forma que adopte está abierta a evolución, lo que determinará no sólo la construcción social de alternativas donde comunidades, corporaciones y el Estado se entrecrucen, sino también la propia lucha social, lo que incluye el terreno de la representación política.
Una expresión política de los comunes
Los nuevos movimientos sociales empiezan siempre como una nueva subcultura, que consiste en gente que inventa nuevas prácticas sociales. Las comunidades que compartían ficheros que están a la raíz del Partido Pirata sueco sólo fueron inicialmente amantes de la música que querían compartir su música y descubrimientos. Estas comunidades descubrieron que compartir de esta manera fue en realidad ilegal, porque las leyes de propiedad intelectual no proporcionaban al usuario la soberanía del material que había comprado, sino que lo supeditaban a una prohibición para compartirlo, con el fin de garantizar ingresos a las corporaciones del entretenimiento.
Al principio, estas comunidades no atacaron directamente el sistema que reprimió su libertad para compartir. En cambio, empezaron a construir su propia infraestructura. Esto incluyó el nuevo tipo de creative commons y otras licencias ‘copyleft’ que formalizan el derecho a compartir.
Sin embargo, hay una etapa en la evolución de un nuevo movimiento social y una nueva cultura en la que el poder político es crucial para asegurar su supervivencia y desarrollo. No es suficiente crear nuevas instituciones al margen de la sociedad; son necesarios mecanismos de defensa efectivos contra los ataques constantes de los poderes dominantes. Esto significa construir una coalición política.
Los partidos pirata, uno de los cuales se prevé que recoja el 10% de los votos en las próximas elecciones alemanas, son la primera expresión política de la cultura libre. Los piratas son los defensores naturales de los comunes digitales en el corazón del nuevo modo de producción. Atraen sociológicamente los votos de las generaciones de jóvenes precarios más implicados en las nuevas modalidades productivas.
Los verdes y los partidos ecologistas se reivindican también como los defensores naturales de los comunes. Son también a menudo los partidos a los que votan los trabajadores del conocimiento más mayores y cultos.
La izquierda y los partidos que defienden la justicia social, algunos de los cuales han logrado victorias importantes en las últimas elecciones europeas, defienden también los comunes productivos. Podrían representar una fuerza que entiende las ventajas de la producción distribuida a la que pueden acceder y poseer los propios trabajadores-productores. Reciben a menudo los votos de funcionarios y trabajadores industriales que son todavía leales a las antiguas tradiciones laborales.
Un último elemento en una nueva coalición política sería las fuerzas liberales progresistas. Por ejemplo, en Dinamarca, el ministro de cultura Uffe Elbaek es receptivo a los comunes. Los partidos de este tipo pueden representar un vínculo con los emprendedores socialmente progresistas que creen iniciativas en torno a los comunes.
Desde estas raíces diversas se puede crear una nueva mayoría progresista en torno a la cultura libre, el respeto por la naturaleza y sus límites, la necesidad de justicia social y las iniciativas éticas. Esta gran coalición de los comunes podría crear una nueva mayoría política que estimule el cambio social.
Aunque ninguno de los partidos implicados está en este momento preparado para ello, la convergencia de fuerzas receptivas a los comunes podría crear las condiciones para una nueva hegemonía social que desafiara los actuales actores dominantes y reordenara tanto la producción entre iguales como una sociedad centrada en los comunes, de manera que lleven las riendas los commoners y que ésta opere en su interés.”