En casi todas las sociedades usamos como medio de intercambio el dinero, resultado de un pacto social en el que los integrantes de una comunidad aceptan entregar sus bienes o servicios a otros a cambio de símbolos monetarios. El tipo de dinero de curso legal lo determinan las leyes de cada país y las entidades financieras, como los bancos centrales que regulan y controlan la política monetaria.
Evidentemente esto no siempre ha sido así y de hecho no es el único método, aunque sí el más extendido. Pero otras formas de intercambio, como el trueque, existieron hace muchos años y subsisten en algunas comunidades. El dinero aparece a raíz de la necesidad de establecer una unidad de medida que determine el valor de cada producto o servicio, sin embargo algo que parece tan sencillo como establecer un mecanismo común para realizar intercambios entre las personas pasó a convertirse en el arma de poder por excelencia en el mundo entero.
Así, hoy somos testigos de cómo un puñado de hombres poderosos en el planeta gobiernan los destinos de millones de habitantes, muchos de los cuales no tienen el dinero suficiente para comprar comida o vivir dignamente. Pero no sólo eso, incluso somos víctimas de grandes crisis, producto de políticas económicas excluyentes que generan cada vez más desocupación y pobreza.
Sin embargo, en tiempos de crisis la necesidad empuja a las personas a buscar alternativas nuevas (o viejas pero en desuso) aunque más no sea por el instinto de supervivencia. En Argentina, cuando la política económica neoliberal hundió al país en la crisis más severa de su historia, la gente creó clubes de trueque. Se intercambiaba de todo, comida, muebles, objetos, servicios, etc. Todo menos dinero, que no había… Con la crisis europea, hoy los países del viejo continente, entre ellos España, multiplican ese tipo de experiencias organizadas por grupos de personas.
Por lo general, las formas de intercambio en una población las rige el gobierno o el Estado, tanto en la actualidad como en las civilizaciones antiguas, pero también existían sistemas regulados por los individuos. En el imperio Inca, por ejemplo, había un tipo de intercambio que se daba por prestaciones, alguien brindaba algo a otro (un bien o un servicio) y ese otro debía retribuirlo de alguna manera equivalente. Esto se llamaba minga.
Una idea similar plantea Proyecto Mutuo, una iniciativa que nació en Argentina y que tiene como unidad de cambio los “Méritos”. Los miembros de Proyecto Mutuo pueden intercambiar sus bienes o servicios usando los Méritos (M$) como moneda complementaria a la moneda nacional y por eso sus creadores hablan de abundancia en lugar de la escasez propia del dinero.
Sin embargo, en Proyecto Mutuo no hay una emisión de M$ ni una autoridad monetaria, es un sistema de crédito donde cada participante es titular de una cuenta que comienza en cero y se acredita o debita según va operando. Si dos miembros deciden realizar una transacción, el que compra el bien o servicio le transfiere al que vende la cantidad de Méritos (M$) que hayan acordado, debitándose de una cuenta y acreditándose en la otra.
Dentro del sistema, existe un directorio con la oferta de productos y servicios, y las transacciones pueden ser totalmente en Méritos o parte en Méritos y parte en pesos, aunque Proyecto Mutuo sólo registra la parte en Méritos.
El objetivo de esta iniciativa es “lograr conectar las necesidades insatisfechas con los recursos subutilizados de una comunidad desde un paradigma de abundancia o suficiencia del medio de intercambio”.
Por otra parte, en el extremo norte de la América Morena, una de las tantas experiencias de economía solidaria sufrió la persecución de un gran banco nacional.
En el estado de Veracruz en México existe una moneda alternativa que se llama Túmin, con tal impacto en la comunidad que la televisión se interesó en el caso y el noticiero de Televisa emitió un reportaje en el mes de enero pasado.
Lamentablemente no tuvo que pasar mucho tiempo para que el Banco de México inicie un proceso legal contra los representantes de la iniciativa, ya que según el expediente esa entidad financiera teme que el Túmin sea una moneda que sustituya al peso violando la Ley Monetaria basada en el artículo 28 constitucional que faculta al Estado mexicano para tener el monopolio en la emisión de monedas.
A diferencia de los Méritos de Proyecto Mutuo, la moneda del Mercado Alternativo Túmin sí tiene una emisión en papel. Cada “Túmin” (que en lengua totonaca quiere decir “dinero”) equivale a un peso mexicano, cuenta con denominaciones de 5, 10 y 20, y lleva impresas pinturas de artistas mexicanos.
El Túmin fue impulsado por docentes y ex estudiantes de la Universidad Veracruzana Intercultural (UVI), circula en un grupo de productores y comerciantes de Espinal, al norte de Veracruz, y se complementa con la utilización del peso mexicano. Cada miembro del mercado alternativo tiene acceso a un directorio para consultar quiénes aceptan el Túmin, qué venden y dónde se encuentran.
No tienen página web porque nunca pensaron salir de su pequeño entorno básicamente rural pero hay algo de información (no actualizada) en este enlace.
Seguramente a causa del éxito que lograron en la comunidad, al año de la primera impresión del Túmin el proyecto fue víctima de la denuncia del Banco de México que acusó a sus creadores del delito de Falsificación de Moneda, pese a que tanto en el reportaje de Televisa como en todas las declaraciones afirmaron que el Túmin no pretende reemplazar al peso sino complementarlo.
Expertos en el tema de mercados solidarios estiman que hay en el mundo alrededor de cuatro mil monedas alternativas. Algunas de estas iniciativas pueden verse en la base de datos voluntaria publicada aquí.
En El Salvador, por ejemplo, existe una red local de negocios, instituciones e iniciativas de autoempleo y productivas que se llama Xuchit Tutut (significa Lugar de Pájaros y Flores) y funciona en el Municipio de Suchitoto comercializando productos y servicios con un medio de intercambio interno denominado UDIS (Unidad de Intercambio Solidario Suchitotense).
El portal economiasolidaria.org publicó un artículo sobre el caso de Honduras, donde ya son 16 mil familias de doce regiones del país las que integran la Red de Comercialización Comunitaria Alternativa, conocida como Red Comal, que utiliza como moneda complementaria la Unidad de Intercambio Solidario (UDIS). equivalente aquí a un Lempira, moneda nacional de este país centroamericano.
Incluso hay experiencias que cuentan con el aval del Estado como en el caso de Brasil, donde ya existe una red de bancos comunitarios y el Banco Central de Brasil reconoce medio centenar de denominaciones de dinero alternativo (periódico La Jornada, 30 de diciembre de 2010).
Otro caso es el de Venezuela, cuya Ley de Los Consejos Comunales del año 2006 permite la creación de Bancos Comunales bajo un marco legal amparado en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. En el artículo 118, la Constitución señala que “el Estado reconoce el derecho de la comunidad para desarrollar asociaciones de carácter social y participativo, como las cooperativas. Podrán desarrollar cualquier tipo de actividad económica, de conformidad con la ley. (…) El Estado promoverá y protegerá estas asociaciones destinadas a mejorar la economía popular y alternativa.”
Así es que diferentes experiencias se ponen en práctica, perseguidas o acompañadas por los Estados, pero ante la necesidad de generar formas comunitarias alternativas que complementen el sistema económico que impera en nuestros países y que se encuentra atrapado en una innegable crisis.