La niña Guardiana de los Ríos
Andrea Ixchíu Hernández
Ella nació en Honduras, no casualmente en una comunidad llamada La Esperanza, Intibucá, un 4 de marzo de 1973, donde según los cálculos de mis abuelos K’iche la energía del día era Jun Ak’ab’al, un amanecer, y como buena aurora ella llevó lucha, esperanza, luz y fuego a dónde ponía los pies. Nos fue arrebatada en la madrugada de su cumpleaños número 43, entre el 3 y 4 de marzo del 2016, con la energía del Oxib Toj muy cerca. Esa energía, del Toj es el pago de la ofrenda que debemos dar de vuelta a la tierra por el uso que hacemos de ella, por el sufrimiento que le causamos. Es el pago que hace la humanidad por el equilibrio de la justicia, el amor, la comunicación y la organización. Y vaya si no hemos pagado una ofrenda demasiado valiosa.
Berta fue asesinada a balazos y como bien enuncia Francesca Gargallo, fue asesinada por “la máquina productiva capitalista que no tiene límite alguno, ni ecológico-ambiental, ni respeto a la vida humana, que necesita seguir produciendo y por ende necesita extraer (lo que sea: carbón, oro, petróleo, diamante, manganeso y cualquier otra cosa esté en las rocas, la tierra, el agua, las arenas, el cuerpo humano, la flora, la fauna), para generar ganancias”.
Mientras escribo recuerdo a Berta: su voz, la ternura de sus palabras cada vez que describía la lucha lenca por el agua, su cosmovisión y profunda espiritualidad; ella podía comunicarse con las ancestras, ella era una niña guardiana de los ríos.
Recuerdo su fuerza al hablar del COPINH y de los compas que junto a ella defendían la vida. Escucharla inspiraba a organizarte, sus reflexiones desde el feminismo comunitario seguirán nutriendo la construcción de nuevas formas de construir la lucha.
La recuerdo enseñando sus experiencias de trabajo con otras mujeres más jóvenes por todo Latinoamérica, sobre la importancia de sacar las violencias de nuestros cuerpos y territorios.
La recuerdo enseñando sus experiencias de trabajo con otras mujeres más jóvenes por todo Latinoamérica, sobre la importancia de sacar las violencias de nuestros cuerpos y territorios. Su sabiduría y convicción le hacían destacar en cualquier espacio. Era una mujer sabia, que sabía concretizar muy bien sus planes de lucha. Ella misma era un conjunto de luchas, ella era comunidad, era insurgencia que buscaba poner fin a siglos de opresión, esclavitud, expolio y muerte; frente a este sistema colonizador de mentes, cuerpos y territorios.
Berta logró proteger el sagrado rio Gualcarque, poniendo freno a una represa, a una empresa China y a los empresarios hondureños de DESA, quienes sin pensar que el daño que hacen a la tierra hoy, mañana lo cosecharan sus propios hijos, venden y transan el agua y los bosques, sin importarles el mañana. Eso y la complicidad de gobiernos formados por funcionarios corruptos, que protegen las ganancias por sobre la vida, tienen hoy a Honduras sumido en una tragedia.
Cuatro días después de este terrible asesinato y luego de haber sembrado a Berta en la tierra, en este 8 de marzo, día en que se conmemora mundialmente la lucha de las mujeres por ser reconocidas como sujetas de derecho y no como objetos sexuales y domésticos, se reafirma la urgente necesidad de seguir trabajando y articulando por avanzar en la construcción de sociedades distintas, en dónde lo más importante sea la dignidad, el amor, el respeto, y no la acumulación, donde erradiquemos por completo el patriarcado.
¡Enterramos tu cuerpo Berta, pero tu lucha es semilla de rebeldía que germinará y será millones!
Berta Cáceres, gracias por tu vida.
Notas