La esperanza de que la binaridad de género se difumine en Internet
Mirjana Mitrović
Internet, red, ciberespacio, espacio virtual, mundos digitales… Términos difícilmente tangibles y visualizables, pero muchas veces usados como sinónimos. Por eso sirve tanto para formar utopías, por ejemplo en el sentido de que da nuevas opciones al activismo político como distopias, que entre otros temas se critica que es un espacio de vigilancia y al mismo tiempo sin reglas. Del mismo modo, las posturas de las feministas se dividieron desde la popularización del acceso al internet. Entonces, hay al menos dos puntos de vista entre las agrupaciones feministas; por un lado las “tecnofobias”, las cuales, según De Miguel y Boix, forman parte del “feminismo tradicional” (2013: 57). Por el otro lado, hay las que ven en el ciberespacio “un espacio de libertad” o “un espacio todavía sin manipular” y entienden internet como “un instrumento de cambio”, y por tanto una herramienta para su activismo. Las últimas vieron la posibilidad de usar el internet no solamente para poder organizarse más fácil y alcanzar un público más amplio sino también para destrucciones tan profundos como la binaridad del género.
Una de las pensadoras más importante en este contexto es Donna Haraway, bióloga y filósofa estadounidense, quien publicó el artículo conocido como “El Manifiesto Cyborg” en 1985 . Ahí la posestructuralista ya profetiza la difuminación de las binaridades entre el animal y el humano, como entre el humano y la maquina, como entre lo material y lo inmaterial. Pero en la disolución de estas bianridades también está incluida la de los géneros: hombre y mujer.
En Internet, por el anonimato y la posibilidad de crear un avatar, una representación gráfica, que fue una nueva opción de crear a si mismo en otro espacio inmaterial, se daba la impresión de que ya era posible lo que había pensado Haraway. Independientemente del sexo y género en el mundo analógico, era posible crear una nueva identidad en el espacio virtual. Pero la pregunta por el género nunca perdió su importancia. Desde muy temprano la primera pregunta en el anonimato del ciberespacio fue “a/s/l?” (age/sex/location) (Carstensen, 2012: 26) y hasta hoy en día la pregunta por el género sigue siendo una de las primeras – en el mundo material como inmaterial.
En relación con el género en Internet, Facebook es un caso interesante. Se muestra que los muchos perfiles son extremadamente estereotipados correspondiendo al género “real” de lxs usarixs. Parece que experimentar con un avatar que sea diferente de la persona real ni es tan deseado. Y también las comunidades LGBTI, desde lo queer hasta las feministas se organizaron en muchas redes sociales para protestar en contra del hecho de que solamente se podría escoger entre “hombre” y “mujer” en la categoría “sexo”. Por los esfuerzos de estas protestas en 2014 y 2015 Facebook cambió. Ahora se puede elegir entre más que 50 opciones que todavía se pueden personalizar. Resulta que las personas más bien tienen la necesidad de crear un avatar parecido a sus mismxs, también en el género.
Aunque Facebook ha cambiado su política, existe la hipótesis que feministas (queer) más bien usan Twitter. Se basa en que por un lado no se tiene que elegir un género pero lo más importante es que la política de Twitter es más parecida a la política queer: flexible, rápida y fugaz. Se sustrae de categorías y es temporal (Carstensen, 2012: 29). A pesar de todo esto, tanto en Facebook como Twitter se muestra de manera intensa la violencia de género. Por ejemplo, por medio del fenómeno “troll” o “machitroll”, algunas personas provocan y violan intencionalmente con comentarios sexistas, racistas, homo y transfóbicas.
Entonces, la Web 2.0 da nuevas posibilidades para romper la binaridad de género pero también “incrementa las posibilidades de ataques y prácticas neomachistas” (Cruell Lopez / Vergés Bosch / Hache 2014). Queda claro que “las posibilidades del nuevo espacio dependerán de su utilización” (De Miguel / Boix, 2013: 57).
Sin embargo, no sólo se plantea la pregunta de cómo se posiciona la sociedad frente a estas posibilidades y problemas, tanto on como offline – sino también cómo actúan los movimientos (ciber)feministas. Porque se nota que en sus presencias en la web se refieren mucho a “las mujeres” y pocas veces están incluyendo a otros géneros. Ahí se muestra cómo un determinado mundo influye al otro: si en el mundo analógico existe la violencia extrema contra personas que se definen como mujeres, es difícil empezar de deshacer la binaridad de género cuando se quiere nombrar y crear atención para esta violencia.
Por fin, las estructuras de discriminación tienen muchas capas y “el desarrollo de las tecnologías no escapa a las relaciones de poder que producen desigualdades y contradicciones en las dinámicas de acceso, uso, diseño y producción de TIC entre hombres, mujeres, blancos, negros, pobres y ricos” (De Miguel / Boix, 2013: 16). En la lucha, on y offline, contra esas desigualdades la pregunta por la diversificación de género es una de muchas – en la cual hay que seguir trabajando para que no solamente se cambie en Facebook sino la sociedad.
Bibliografía:
Carstensen, Tanja, 2012: “Gendered Web 2.0”, en Medien Journal, pp. 22-34.
Cruelles Lopz, Eva / Vergés Bosch, Núria / Hache, Alex, 2014: “Activismo feminista 2.0”, Revista Pueblos, (http://www.revistapueblos.org/blog/2014/06/06/activismo-feminista-2-0/), última actualización: 06 de junio 2014, consultado: 27 de octubre 2017.
De Miguel, Ana / Boix, Montserrat, 2013, “Los géneros de la red: los ciberfeminismos”, en Graciela Natansohn (compiladora), Internet en código femenino, La crujía, Buenos Aires,
pp. 37-74.
Haraway, Donna, 1985, Manifesto for Cyborgs: Science, Technology, and Socialist Feminism in the 1980’s, en Socialist Review 80. pp. 65-108.
Natansohn, Graciela, 2013, “Introducción: ¿Qué tienen que ver las tecnologías con el género?”, en Graciela Natansohn (compiladora), Internet en código femenino, La crujía, Buenos Aires,
pp. 15-36.