Desmitificando las TIC
Lila Pagola
La particularidad del fenómeno en las TICs (tecnologías de la información y comunicación) presenta además algunos agravantes: siendo una disciplina científico-tecnológica de reciente conformación, existían motivos para ser optimistas respecto de la superación de las barreras de acceso que en otras ciencias habían limitado (o impedido en ciertos momentos) el acceso y participación de mujeres, en cuanto las primeras ofertas académicas específicas aparecieron en los 80s, cuando ya el movimiento feminista había desmantelado unos cuantos estereotipos de género respecto de la competencia profesional, la educación y la participación económica de las mujeres, entre otros.
Sumado a este factor histórico, las ciencias de la computación, a diferencia de las ingenierías u otros reductos masculinos, no admiten fácilmente el prejuicio acerca de las limitaciones de las mujeres para su ejercicio (la fuerza física p.e.). Si bien la ausencia de mujeres en las matemáticas (el llamado vacío de género en matemáticas) y estudios globales sobre el desempeño de niñas y niños en la escuela han hecho sugerir a algunos “que las mujeres no son tan buenas para las matemáticas”, no parece ser este el factor más determinante de la falta de interés de las mujeres por las TICs, por dos razones: estudios recientes han demostrado que el rendimiento matemático de las chicas varía en relación directa a la equidad de género de la sociedad en la cual están insertas: así, las niñas de Suecia, Islandia y Noruega (cuyo índice de equidad de género es 1, 2 y 3 respectivamente según el Global Gender Gap Report del Foro económico mundial) igualan o superan ligeramente a los varones en matemáticas, y ampliamente en lengua (según la tendencia histórica); mientras que las chicas de Turquía (cuyo índice de equidad de género es 121), las niñas fallan en matemáticas ubicándose a 23 puntos de sus compañeros varones.
Por otro lado, la informática tuvo un momento en el cual la programación “dura”, el comprender código, fue central a la disciplina, tanto a nivel profesional como usuario; pero ese momento ya no es tal desde los 90 en adelante. Las mujeres tuvimos, con el resto de los usuarios, una oportunidad de acceder a la informática aplicada, a través de interfases de usuario amigables, sin necesidad de saber programar o interactuar con sistemas operativos textuales, poco “intuitivos” y tolerantes al error humano como los que caracterizaron la década del 80; sin embargo el número de mujeres usuarias de TICs tardó muchos años en aumentar, y las profesionales del sector han incluso empezado a disminuir en acceso y permanencia.
La brecha digital de género
La brecha digital es la divisoria entre quienes acceden, usan y participan de la cibercultura, y quiénes no. Los indicadores de la llamada brecha digital han sido estratificados por el especialista en usabilidad Jakob Nielsen en 3 etapas a salvar consecutivamente: la brecha de económica o de acceso a equipo/conexión, la brecha de usabilidad o la adecuación del software a las destrezas y saberes del usuario-destino, y la brecha de uso significativo o apropiación empoderadora de la tecnología. Esta última es la más difícil de hacer desaparecer, aunque es la que descansa completamente en las habilidades y actitud del usuario, no en factores externos.
¿Cómo estamos representadas las mujeres en las distintas etapas de la brecha digital? Esa pregunta lamentablemente no siempre tiene respuesta específica porque el principal problema que enfrentan los estudios de género y TICs es la falta de indicadores de género en todas las variables que estudian las estadísticas o informes que se realizan.
Algunos estudios generales en Argentina, por ejemplo, sobre el uso de internet, indican que las mujeres representamos el 47% de los usuarios, pero no distingue edad, clase social ni tipo de actividades que las mujeres realizamos.
Sin embargo, algunos estudios incorporan perspectiva de género al relevamiento de los datos, ante la evidencia de que las mujeres somos menos y realizamos tareas diferentes en el mundo de las TICs, lo cual permite constatar que existe una brecha digital de género, que atraviesa las etapas de Nielsen y se instala preferentemente entre la etapa 2 (brecha digital de usabilidad) y sobre todo, la 3 (brecha digital de uso significativo).
Algunas hipótesis o desmitificando la tecnología para las mujeres
¿Por qué a las mujeres de clase media les costaría más que a sus pares varones usar las TICs, siendo que están, en principio, tan accesibles para ellas como para sus compañeros (en la escuela o trabajo), o familiares (la PC en la casa)?
Un estudio muy acotado sobre la gestión de la PC en la familia, indica que las mujeres son las que ingresaron la segunda computadora de la casa, “empujadas” por alguna necesidad de su trabajo, resistiéndose a ello durante todo el tiempo posible, pero convencidas al comprar la PC que a los chicos “les iba a resultar útil para la escuela”. Las derivas domésticas las llevaron a ceder en gran medida el uso, administración, reparación, etc. de la PC al hijo varón (que la usa fundamentalmente para jugar pero ha adquirido mucha competencia informática), al punto de requerir de su intervención para casi todas las tareas que ellas quieren realizar más allá de las que dieron motivo al ingreso de la PC al hogar.
La gestión de la PC no parece escapar a los estereotipos de género en relación a otros aparatos tecnológicos, donde los varones se apasionan y apropian de su uso, y las mujeres (adultas y niñas) ceden su lugar porque “no les interesa”, y generan mecanismos de dependencia ya conocidos en relación a otros sucesos técnicos, cuando necesitan algo del mundo informático.
¿Por qué a las mujeres “no nos interesa” la tecnología?
El interés por las TICs se enlaza, para los varones, con el campo más amplio de intereses y roles asociados a la técnica en general, en la cual se incentiva, adiestra y estimula los logros diferencialmente a chicas y chicos, en la familia principalmente, pero también en la escuela y otros espacios de interacción social.
Desde el burdo prejuicio de que las mujeres “no somos buenas para manejar tecnología” como argumento en relación a la elección, gestión y reparación de electrodomésticos, al más sutil argumento basado en modos diferentes de aprender, recordar, y atender a detalles que se trasladan en la constatación de que las mujeres “no entendemos la lógica de la técnica” y por ello no conseguimos los mismos resultados que los varones.
Podemos preguntarnos, para empezar, como es posible aprender si nadie nos enseña, y si además las iniciativas individuales de las niñas se topan con la falta de estímulo, si no directamente el incentivo y apoyo alternativo cuando emergen tímidos intereses por la tecnología.
En los adolescentes, una de las principales actividades con las TICs es el juego: su narrativa, clásica y violenta, tampoco interpela a las chicas . Aquellas que juegan, prefieren juegos de estrategia, donde puedan controlar el ritmo a voluntad y hagan uso de sus habilidades verbales o relacionales: p.e Los SIMS.
¿Desmitificar la tecnología? Podría ser una estrategia para interesar a las mujeres por las TICs. Esabrir simbólicamente la caja negra que es la computadora y observar que no hay nada allí que no pueda ser estudiado, comprendido, relacionado, e incluso recombinado. Abrir la caja negra supone perderle el respeto y asimilar su lógica, aún a nivel intuitivo, como el primer paso para trasladar esa actitud a todo aquello que hacemos con una PC.
Una cuestión de actitud
La problemática de género en las TICs, no es bien recibida por los varones en general, pero especialmente entre los profesionales. Algunos de ellos sufren de “miopía estadística ” frente a las cifras que demuestran la escasa participación de las mujeres en el mundo digital. Argumentan a su favor que “las puertas están abiertas”, por lo que si no hay más mujeres, es simplemente porque no queremos usar, desarrollar o contribuir en el mundo de las TICs.
Los argumentos desarrollados previamente apuntan a demostrar que el problema es mucho más complejo, y las TICs no escapan a la lógica de roles de género que predominan en la sociedad.
Sin embargo, las mujeres tenemos un rol activo a cumplir en el tema: no serán medidas tomadas por otros (políticos, educadores, etc.) las que efectivamente producirán una disminución en la brecha digital de género. El cambio empieza y termina en las mujeres, y pasa fundamentalmente por una cuestión de actitud asociada al estudio y la experiencia.
La actitud proactiva
La actitud proactiva es la de aquel usuari@ de tecnología que es independiente en la realización de las tareas que se propone, que sabe qué puede esperar de la tecnología y qué no porque comprende su lógica de funcionamiento, que se preocupa por la privacidad, la seguridad y las decisiones que el desarrollador de software toma por el usuario, que entiende a la tecnología como un espacio ideológico en el que cual se dirimen modos de vida, de comunicación y relación interpersonal, mas que “simples herramientas”, o peor que eso herramientas a las que se teme por su aparente complejidad de acceso alimentada por quienes (voluntariamente o no) establecen relaciones de poder asimétricas a partir del conocimiento.
El/la usuario/a proactivo/a es curioso/a, experimenta, toma riesgos, pero atiende a las precauciones, y no deja que otro decida por él/ella bajo ninguna circunstancia. Cuando no sabe, primero investiga, y trata de resolverlo por su cuenta; cuando pide ayuda lo hace basándose en la documentación que obtuvo. Si resuelve un problema, lo documenta para los demás. Cuando alguien le muestra como resolver algo, se esfuerza en aprenderlo (o lo pide explícitamente) de modo de no necesitar que le expliquen 2 veces lo mismo.
Este/a usuario/a suele ser también, un/a usuario/a apasionado por lo que hace, que se interesa más allá de la simple resolución de un problema. Ese interés le aporta experiencia, genera un modelo mental que puede aplicar en otras circunstancias, y que contribuye a tener más éxito en la realización de sus próximas tareas, y que finalmente lo empodera cognitivamente: esto es le permite pensar, establecer relaciones, desarrollar estrategias de un modo nuevo.
El/la usuario/a proactivo/a es el modelo de usuario de software libre.
Este perfil de usuario no es lamentablemente, el que se nos propone últimamente desde los desarrolladores hegemónicos de sistemas operativos y aplicaciones. En un balance delicado entre usabilidad y dependencia, la tendencia en el diseño de aplicaciones está estimulando usuarios cada vez menos interesados por lo que la PC efectivamente está haciendo, a nivel de aplicaciones o específicamente con sus datos. Si bien en muchas aplicaciones, esta estrategia ha sido sumamente beneficiosa y ha permitido la incorporación de gran número de usuarios no expertos, -lo ha sido especialmente para la participación de las mujeres como en el caso de la web 2.0, esto es potencialmente problemático en el futuro.
Las iniciativas del movimiento de software libre son altamente coincidentes con las necesidades de las mujeres para lograr autonomía tecnológica, y en los últimos años han superado la brecha de la usabilidad que hacía que muchas aplicaciones resultaran extremadamente costosas en tiempo de aprendizaje para el usuario final. Por otro lado, la reciente propuesta fuerte del software libre a ese nivel (usuario final no programador) es fundamentalmente política: libertad de uso y circulación del conocimiento, empoderamiento anticorporativo, autodeterminación y diversidad: valores profundamente coincidentes con los feminismos en todos sus sabores.
Acercarse al software libre
Empezar a usar software libre puede resultar abrumador en un primer momento, y podría darse que tropecemos con el sexismo propio de las comunidades predominantemente masculinas. Con actitud proactiva, sin embargo, seguramente nos irá muy bien.
¿Por dónde empezar? Paulatinamente, ir probando alternativas de software libre a las aplicaciones que usamos frecuentemente bajo el sistema operativo de siempre. Una vez familiarizadas con la interfase, la compatibilidad de archivos, etc. podemos ir sumando otras aplicaciones.
Pasado un tiempo que cada cual puede determinar según su modo de aprender, podemos evaluar migrar a un sistema operativo libre, en el cual encontraremos las mismas aplicaciones que ya usábamos en el anterior, por lo que el paso no será tan traumático.
En todo momento, podemos contar con el recurso invalorable de una comunidad local y global dispuesta a ayudarnos a resolver los problemas que seguramente, se irán presentando, como en todo cambio que encaramos en nuestros modos de hacer.
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Junio 2008. Este texto está bajo una licencia Creative commons by sa Argentina 2.5. Usted puede copiarlo y modificarlo siempre que respete esta licencia y reconozca a la autora original.