Las redes libres y la IPv6 como medio para llegar a una Internet para todos

Ramón Roca

Como todos ya sabemos, Internet surgió con el concepto de crear una “red de redes”. Hoy en día puede haber opiniones de todo tipo en relación al rol de Internet en nuestra época y nuestro futuro venidero, pero siempre habrá consenso en reconocer el enorme impacto que un concepto tan simple como es el de “la red de redes” ha tenido en numerosos aspectos que van mucho más allá del ámbito que representa la tecnología, extendiéndose también a los sociales y económicos.

Pero la tecnología, aunque a veces lo parezca, no tiene nada de magia, y más importante aún, nunca es el fin sino solamente el medio. La fuerza de Internet reside en que la “red de redes” permite comunicarse entre la humanidad, o incluso entre objetos, más allá de cualquier interés económico o político. Esto no quiere decir que esos intereses no existan, pero hay que evitar que su influencia condicione la libertad de comunicarse entre las personas porque eso sería nefasto.

A menudo el estado del arte de la tecnología no está a la altura de las necesidades. Un ejemplo de esto ha sido la IPv4. En la génesis de Internet, por potente que fuera el concepto, el protocolo de Internet versión 4 (IPv4) sufría limitaciones de diseño que terminarían imposibilitando asignar direcciones a todos. Las direcciones son imprescindibles para la comunicación, es lo que permite dirigir mensajes desde un sitio a otro.

La escasez de direcciones obligó a la creación de unas estructuras para gestionarlas, y con el tiempo hemos visto cómo unas estructuras aparentemente inocuas y meramente operativas, que son las que vertebran Internet, han caído, en la práctica y en demasía, en manos de los operadores de telecomunicaciones, y a veces también sufren una excesiva intervención desde los gobiernos. Resulta que los ciudadanos no tenemos derecho a direcciones, sino que nos las entregan unos gestores, que son los proveedores de servicios de Internet, que se supone que desplegarán las infraestructuras necesarias y proporcionarán conexión. Lo hacen, desde luego, pero obedeciendo a sus intereses, lo que resulta en el agrandamiento de las brechas por motivos económicos o territoriales. No olvidemos una norma económica muy básica: cuando hay escasez de algo, lo normal es que haya alguien que esté haciendo negocio especulando sobre esa escasez. Sucede lo mismo en una situación de falta de competencia. Y mientras tanto, ¿alguien se acuerda del concepto original de la “red de redes”?

Como reacción a esta situación, distintos colectivos ciudadanos, dispersos alrededor del planeta, toman la iniciativa para crear lo que ha venido a denominarse como las “redes libres”. Aprovechando la creación de infraestructuras de telecomunicaciones, principalmente las inalámbricas basadas en frecuencias que no requieren de licencia y que están al alcance de casi cualquier bolsillo, pues… ¿por qué esperar que la conexión nos la dé un operador? Mejor nos armamos directamente la red y ¡listos! ¿Y por qué llamamos a eso redes libres? Pues porque, al menos aparentemente, no dependen de un operador y nadie nos las controla.

El concepto de las “redes libres”, desde luego y de nuevo, al igual que el concepto de “red de redes”, es muy bonito. Pero no basta con la idea, hay que ejecutarla, y de nuevo, la tecnología puede ser un grave inconveniente en lugar de un facilitador: es que si los usuarios crean sus propias redes alternativas a las de los operadores sin disponer de las direcciones, lo que al final resulta no es una extensión de la “red de redes” que es Internet, sino una red privada paralela.

En mi modesta opinión uno de los principales errores que hemos cometido los activistas de las “redes libres” es pretender liberar Internet sin resolver sus verdaderos problemas, y lo que es peor, pretendiendo crear redes alternativas en lugar de alternativas a los operadores tradicionales. Y es que aunque en ambas frases aparezca la palabra “alternativo”, el resultado no es el mismo. ¿Cómo podemos siquiera pretender liberar Internet creando una red privada? Si quiero conectarme con todo el mundo, sigo necesitando de conexión a Internet. ¿Cómo explicarle a un ciudadano normal la idea de que se puede liberar Internet sin Internet? Lo que hay que hacer, sin ningún tipo de dudas, es liberar Internet, nunca pretender crear una “Internet paralela” o con un sistema de codificar las direcciones distinto, eso es por sí mismo una contradicción absurda, un oxímoron al concepto de “red de redes”.

Nos guste o no a los activistas de las redes libres, por mucho que pretendamos dogmáticamente llamar “redes libres” a nuestras creaciones, si el concepto de nuestra querida “red libre” se reduce a una infraestructura que utiliza direcciones propias y privadas, funciona y se gestiona como una red privada, y no se conecta a la “red de redes” que es Internet como una red más, el resultado de nuestro esfuerzo no es otro que una red privada, y jamás va a ser una alternativa real a la Internet gestionada por operadores tradicionales que no nos gustan.

Peor aún es creer que la mera aplicación de alguna tecnología específica basta para conseguir una red libre. Insisto, no debemos de olvidar que la tecnología es el medio, nunca el objetivo. Las tecnologías son efímeras, y además, no debemos olvidarnos de la neutralidad tecnológica, que es otro de los atributos que necesariamente debe de cumplir una red libre, pero eso ya es otra historia.

Si vamos a la raíz del problema veremos que hay que hacer una cosa muy simple: fijarnos en el verdadero objetivo, que no es otro que asegurar que cualquier infraestructura de red que construimos forme parte de la gran red de redes. Ése, y nunca otro, es el verdadero fin. Y para conseguirlo es que hay que poner en juego los medios. Podemos hablar largo y tendido de eso porque crear redes de telecomunicaciones es un esfuerzo tecnológico y logístico notable en el que intervienen numerosos elementos, de los cuales los menores son los tecnológicos. Harto difícil de resumir en unas pocas palabras. Pero sí podemos decir alto y claro que es posible.

Podemos subrayar algunos de los medios principales que nos van a ayudar a conseguir ese objetivo posible.

El primero es entender que para crear una red libre no basta con decirlo, hay que crear una infraestructura real que exista y ofrezca garantías de que es libre: de que no estamos creando una simple red privada entre amigos. Tenemos que poder describir la libertad, garantizar que las redes que crean los ciudadanos se conectan con las demás redes, sea quien sea su propietario, desde la más exquisita neutralidad, independientemente de si es de un amigo nuestro o no, de igual a igual. No podemos crear redes privadas. Si además partimos de la iniciativa ciudadana ¿cómo conseguimos eso? ¿Cómo podemos aunar múltiples esfuerzos individuales y dispersos? La respuesta es: con un compromiso con un procomún explícito que actúa como acuerdo de interconexión de cada una de las redes. Las redes, como el software, o cualquier otra creación humana, es libre cuando de verdad y explícitamente se pone a disposición de todos para que podamos gozarla y participar de ella sin discriminaciones, conocemos cómo funciona y podemos contribuir para mejorarla. Eso es lo que en guifi.net pretendemos llevar a la práctica mediante el acuerdo de interconexión del Procomún.

El segundo es resolver el defecto que hemos mencionado sobre la falta de direcciones y que como he intentado explicar antes, está en la raíz del problema de bastantes cosas de las que nos han venido ocurriendo. Tenemos que poder dotar a nuestras redes libres de verdaderas direcciones de Internet. Y que sean suficientes para todos. La buena noticia es que la tecnología para hacer que eso sea posible ahora ya sí que existe: es la IPv6.

El gran reto venidero es que desde el activismo de las redes libres, como ya lo hemos hecho otras veces, sepamos aprovecharnos de cualquier nueva tecnología que nos ayude a conseguir nuestro fin: una Internet más libre para todos que constituya un contrapeso a todos esos intereses que existen en el mundo globalizado y van a seguir existiendo. No hay que olvidar que las libertades, para obtenerlas, no basta meramente con reivindicarlas, no se obtienen gratis: hay que ejercerlas.

Implementemos pues la IPv6 y hagámoslo no como un fin en sí mismo, sino para que nos sirva, para que con junto a las demás tecnologías que utilicemos en función de cada tipo de despliegue, podamos garantizar la libertad de la red. Y con ello obtener la posibilidad de comunicarnos de extremo a extremo, en libertad.

_Ramón Roca es miembro de de guifi.net

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