LibreBus: lo que pasa, queda
Evelin Heidel
“¿Qué es LibreBus?” Escuchamos miles de veces esta pregunta, antes y durante el recorrido, y probablemente tengamos oportunidad de escucharla muchas veces más. Cuando contestábamos que LibreBus era un colectivo que recorría cuatro países (Chile, Argentina, Uruguay y Paraguay) con activistas y militantes del software libre y la cultura libre, inmediatamente aparecía una segunda pregunta: ¿pero es un colectivo de verdad?
Sí, LibreBus fue un colectivo “de verdad”: un colectivo construido con chapas, hierro, un motor y funcionando a diésel, que en su edición 2012 recorrió cuatro países, 8.000 kilómetros de ruta; visitó alrededor de 15 ciudades, llevó a más de 20 personas de 7 nacionalidades diferentes a bordo, todas ellas provenientes del mundo de la cultura libre y el software libre, y organizó cerca de 40 actividades distintas durante los 30 días que duró su recorrido.
También podemos responder a la pregunta sobre qué es librebus con menos datos estadísticos, y simplemente achacar esta experiencia a la (hermosa) locura temporal de Teresa Sempere y Renata Ávila, organizadoras y participantes del LibreBus 2011 que se realizó en Centroamérica, del que hablamos en la edición pasada de Pillku. Como esa experiencia no alcanzó para agotar las energías de Teresa y Renata, a finales de 2011 decidieron presentar el proyecto LibreBus ConoSur para una convocatoria de la AECID (Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, de España) a través de la ONG Derechos Digitales, de Chile. Y el proyecto salió ganador.
El LibreBus, entonces, empezó mucho antes que se iniciase su recorrido. Por eso, la pregunta “¿qué es el librebus?” tiene muchas formas de contestarse. Es un colectivo “de verdad”, y a la vez es ese colectivo de gente, de experiencias, que nos hemos ido encontrando a lo largo de esta ruta de “convergencia de movimientos”. En muchos sentidos, concretar la ruta física de este recorrido no fue más que una forma de trazar sobre el mapa real, los lazos que nos unen con distintas personas, experiencias y movimientos, con quienes trabajamos codo a codo para construir de manera común y colaborativa, un mundo con un sentido más ético, más justo y, sobre todo, con más libertad.
Como siempre, al igual que cualquier camino, este tampoco está exento de dificultades, de desencuentros, de marchas y contramarchas, de momentos de acelerar con todo y de momentos de poner el freno y detenerse a pensar largamente sobre cuál es la dirección que debemos tomar.
Es muy difícil resumir en algunas palabras el resultado de la experiencia. En el intento se choca, sobre todo, con dos dificultades fundamentales: el poco tiempo del que se dispone entre una actividad y la otra, y la necesidad de trasladarse de manera constante. Ambas vuelven difícil detenerse a pensar y analizar lo que se está viviendo, hay que seguir andando. La ruta es así.
Las anécdotas que nos quedan de este recorrido son miles; sobre todo, la cantidad y la calidad de gente con la que nos hemos cruzado, y los que sin querer dejamos afuera. Mucho más difícil aún es agradecer a todos los que participaron y participan de esta experiencia de manera cotidiana; la lista es larguísima, y es mejor no mencionar a nadie para no dejar a nadie afuera.
La buena noticia es que tenemos más de 30 horas de filmación y entrevistas que iremos publicando en números sucesivos de la Pillku, y así también hacer parte del recorrido a nuestro lectores. Esas 30 horas son parte del resultado de este recorrido; pero también, parte de ese resultado son los lazos que se afianzan en algunos lugares y se inician en otros; las redes que se tejen entre las distintas personas que participaron del recorrido de alguna manera; la convicción reforzada, sobre todo, de que no estamos solos en este camino y que podemos ir caminando juntos.