Reflexiones urgentes en el debate sobre los comunes en América Latina
Angélica Schenerock
Así que esta nota también se sitúa geográfica, social y culturalmente desde el Sur, en específico desde América Latina. Parte de lo que Chandra Mohanty afirmó una vez, de que para develar las redes de poder que se ocultan bajo la neutralidad y universalidad del conocimiento occidental, es necesario recordar que nuestras producciones discursivas y nuestras perspectivas del mundo están marcadas por la geografía.
La idea de la nota es visibilizar algunos de los aportes y experiencias latinoamericanas a la construcción del paradigma de los bienes comunes, que es lo que hemos visto y debatido durante la ECC.
Se trata de una nota muy personal, en la cual me gustaría expresar lo que considero que son desafíos, temas pendientes, lagunas que percibo como mujer y como latinoamericana, cuyas acciones, pensamientos, sueños y pasiones siempre han estados juntos y revueltos, como los huevos a la mexicana y la farofa brasileña.
1. Profundizar en la construcción del núcleo del nuevo paradigma
En América Latina, los llamados nuevos movimientos sociales de mediados a finales de la década de 1980 llamaban la atención –a partir de sus prácticas y teorizaciones- hacia la necesidad de un cambio paradigmático que no estuviera marcado por el pensamiento desarrollista-capitalista. Este pensamiento, que en aquel entonces partía de una reflexión profunda del marxismo, influenció y animó a las investigadoras e investigadores sociales latinoamericanos a teorizar, a partir de 1990, sobre la construcción de un nuevo paradigma que no estuviera marcado por los postulados de la Modernidad. Más específicamente, la ecología política, la sociología, la filosofía y la economía de aquella época ya afirmaban que las crisis que se manifestaban en la pobreza, en el hambre, en las exclusiones, en las guerras y en el deterioro ambiental, eran los efectos no esperados de la Modernidad, del pensamiento moderno, la racionalidad moderna y eurocentrista desde la cual se consolidó el capitalismo y el modelo desarrollista, además de orientar la producción del saber y del conocimiento. Desde hace treinta años los movimientos sociales, las académicas y académicos comprometidos de América Latina vienen proponiendo, documentando, creando y cuestionando el paradigma capitalista hegemónico.
En otras palabras, desde América Latina no estamos buscando las semillas que serían el núcleo de un paradigma central, sino que estamos celebrando, viendo, interactuando y alimentándonos de los frutos de un árbol cuya edad segura es de un mínimo de treinta años. Desde América Latina podemos sentarnos en la sombra de este gran árbol y recordar su historia: tenemos memoria. Y también, desde América Latina, podemos inquietarnos por las plagas que suelen amenazar este árbol, dolernos con las espinas que muchas veces nos lastiman; podemos movilizarnos, dejar los lugares comunes, unirnos y cuidar la tierra que alimenta este árbol.
Y lo que hace que este árbol exista, persista y tenga fuerzas para alimentarnos y acogernos es justamente que su savia no tiene un sólo nombre, sino que varios, muchos nombres y que no se protege bajo un mismo sombrero paradigmático ¿No será que fue esta diversidad de luchas, organizaciones y pensamientos diversos, lo que ha permitido la existencia y la fuerza del árbol?
Dadas estas constataciones, la preocupación es sobre la viabilidad de abarcar las luchas y las historias, la memoria latinoamericana bajo el mismo concepto paradigmático de commons. En estas latitudes y en medio a tanta diversidad cultural y social, por algo fue que todavía no hemos realizado esta homogenización, por algo es que no pretendemos un sólo paradigma alternativo, sino que hemos estado construyendo varios. Así que el desafío radica en cómo establecer un diálogo que no ignore las diferentes historias y experiencias, sino que tome en cuenta las experiencias y los conocimientos basados en el lugar.
2. El lugar, las identidades y el territorio
El “lugar” como concepto, como espacio-localidad, como proyecto común, como sentimiento de pertenencia, de creación de identidades y de prácticas ha sido soslayado entre muchos pensadores. El colombiano Arturo Escobar ha denunciado enfáticamente que el desaparecimiento del lugar en el “frenesí de la globalización” tiene “consecuencias profundas en nuestra comprensión de la cultura, el conocimiento, la naturaleza, y la economía” (Escobar, 2000: 114). El reto, por lo tanto, consiste en “reconstruir el mundo desde una perspectiva de prácticas basadas-en-el-lugar” (Ídem: 115).
Re-considerar el lugar como locus central del pensamiento, del debate y de la construcción del paradigma de los commons es vital si dicho paradigma pretende ser inclusivo –lo que de hecho es lo que se aboga.
Aquí empiezan las complejidades: si las prácticas y los conocimientos basados en el lugar son distintas y diversas -y en esto reside su riqueza y su poder creativo, ¿qué tanto englobarlas como luchas a favor de los commons no representaría una pérdida de su potencial y de su poder político?
Las luchas latinoamericanas por el agua, por la defensa del territorio, en contra de los transgénicos y empresas como Monsanto tienen un enorme potencial político local que se desdibujaría si se denominaran como “luchas por el commons”, por ejemplo. Así, la pregunta que surge es sobre cuáles serían los ejes orientadores del diálogo entre prácticas y acciones específicas por los bienes comunes –y aquí se incluyen tanto los elementos de la naturaleza como los conocimientos y saberes producidos en el lugar, con el debate y los nuevos postulados del paradigma de los commons.
Además, la perspectiva de los pueblos latinoamericanos está plasmada de sabidurías y concepciones de los elementos de la naturaleza como seres animados y dignos de existencia independientemente de los humanos, y no son percibidos como un “bien común” -más aún, no son un “bien”, sino seres en relación con los humanos. Ello sin mencionar las experiencias y las historias de comunidades que comparten una identidad común con el territorio, en donde la “comunidad” es realmente la comunión entre seres humanos y la naturaleza.
Queda pendiente, y como desafío a la construcción del paradigma sobre los comunes, la inclusión de las prácticas latinoamericanas basadas-en-el-lugar, que comportan muchas ideas analíticas y teóricas, mucho conocimiento, saberes y prácticas que pueden orientar la construcción de modelos de organización, manejo y gestión de los recursos naturales como bienes comunes.
3. Las mujeres y la perspectiva de género y feminista
La necesidad de reflexionar la propuesta de los bienes comunes desde la perspectiva de las mujeres es otro tema pendiente y necesario a desarrollar. Las mujeres sabemos muy bien, desde nuestra historia, que no hemos estado realmente incluidas en pie de igualdad con los varones en el poder de decisión con respecto a los bienes comunes. Pese toda su riqueza, los espacios comunes y las comunidades mixtas, han excluido a las mujeres respecto al poder y a la política. Por ejemplo, las mujeres sí han trabajado la tierra y manejado el agua tal como los varones, la verdad más que ellos, sin embargo, el reconocimiento, el poder de decisión y el acceso financiero, de infraestructura y tecnológico, ha sido de los varones. Las iniciativas de organización en torno a los comunes ha “incluido” a las mujeres hasta donde conviene a los varones, hasta donde no cuestione su poder de decisión y de mando.
Asimismo, la perspectiva del cuidado en el debate de los bienes comunes tiene que tomar en cuenta la división sexual del trabajo. De hecho, es muy innovador el debate fomentado al interior de las propuestas de los bienes comunes sobre el fin del trabajo, sobre el superar las dualidades entre trabajo productivo y reproductivo. Sin embargo, desde el movimiento y las teorías feministas en América Latina, hemos aprendido que todavía falta muchísimo camino que recorrer con respecto a las diferencias y desigualdades de género que se manifiestan en la división sexual del trabajo.
Pese a que sea indispensable para la supervivencia y para la vida en si misma, la crianza, la alimentación, la limpieza, el cuidado de adultos mayores, la dedicación afectiva y el mantenimiento del hogar son trabajos domésticos en los cuáles las mujeres todavía somos las principales responsables y es un ámbito en el cual no solamente los varones todavía no se sienten identificados y responsables, sino que sigue siendo un ámbito considerado irrelevante, pues son trabajos que se ubican en la esfera de lo privado.
Queda pendiente, por lo tanto, responder a la pregunta sobre hasta qué punto será posible una transformación de la actual división entre trabajo productivo y trabajo reproductivo sin impulsar un real cambio en las desigualdades de género, y sin la presencia activa de las feministas en este debate.
Para terminar y seguir empezando: ¿dónde están las “bases”, los movimientos sociales latinoamericanos en el debate sobre los commons?
Los pendientes aquí mencionados tienen como finalidad seguir dialogando e impulsando un proceso realmente plural en la construcción del paradigma de los commons. Esta construcción quizá no deba encuadrar las diferentes experiencias del Sur Global en el marco conceptual y semántico de los commons, pues si así fuera, las experiencias latinoamericanas perderían su poder político, su identidad, su memoria histórica ¿Qué postura construiremos frente a los commons? ¿Cómo participaremos en el debate y en la construcción del modelo de paradigma?
No está demás preguntarnos sobre la ausencia y participación activa de personas representantes de los movimientos sociales clásicos – de las “bases” – en el debate sobre los commons.
Por ejemplo, me pregunto sobre cómo construir un diálogo interactivo en conjunto con las campesinas y campesinos del Movimiento de los Sin Tierra (MST), que hace más de 40 años tienen una reconocida experiencia de manejo de los bienes comunes de manera común y hasta una Escuela de Formación de nuevas formas de saber. También me pregunto sobre cuánta disposición existe para aprender de las feministas que buscan construir no un nuevo paradigma, sino una civilización no patriarcal. Más aún, ¿cómo superar las diferencias culturales, identitarias y lingüísticas y dialogar políticamente con los grupos indígenas organizados que proponen que otro mundo es posible, un mundo donde quepan todos los mundos? ¿Cómo tender puentes entre estos movimientos clásicos con los movimientos de hackers, de okupas, de defensores y defensoras de la cultura libre?
¿Cómo construir realmente en conjunto considerando las experiencias y los aportes de todas estas mujeres y hombres que han dado, muchas veces literalmente, la vida en pro de la construcción de un mundo más justo y solidario?
Seguramente, los aportes latinoamericanos y del Sur Global al incipiente paradigma de los commons tiene muchísimo que aportar, y para ello se necesitan espacios de análisis, de construcción de un saber que no parta del cero, sino que tome en cuenta la historia, la memoria, los muchos años, las muchas resistencias, las muchas ideas y prácticas que ya existen en este enorme continente – y que tienen muchos nombres.