El futuro que estamos construyendo: monedas, bancos y modelos de convivencia

Heloisa Primavera y Bernard Lietaer

1. Sobre crisis y paradigmas: ¿un nuevo sistema operativo social?

Nuestro optimismo viene de la constatación de que la crisis que vivimos como dramática e inédita tiene algunas singularidades propias de este siglo: es absolutamente global, integrada, ubicua, económica, política, cultural y moral, para definir algunos aspectos fácilmente constatables. Incluye como síntomas problemas en una escala sin precedentes como el cambio climático, la seguridad para disponibilidad de agua y alimentos, el final de la era industrial, y tantos otros. O sea, a lo que conocíamos bien el siglo pasado, hay que agregarle la omnipresencia del mundo digital, donde sea. Nos atraviesa desde el ámbito local hasta el nacional, además de extenderse implacable al conjunto de la comunidad de naciones, ricas o pobres.

También estamos delante de la evidencia de que, en las últimas seis décadas, dentro del sistema vigente, es decir, con las instituciones que la generaron, ninguna de las tentativas de enfrentarla tuvo éxito. Tampoco impacto significativo. Pero hay algo que pasa en los bordes, poco visible porque aún desarticulado, quizás ahí está naciendo algo nuevo.

Como se piensa acerca de las crisis de paradigma científico, tal como anticipado en el clásico de Thomas Kuhn1, estaríamos saliendo de una etapa de ciencia normal, razón por la cual deberíamos entrar en la correspondiente etapa revolucionaria. No hay duda de que, para ello, será necesario barajar y dar de nuevo las cartas antes de volver a distribuirlas, si queremos comprender y rehacer el juego social, dado el impacto de las humanidades digitales en todos los aspectos de la vida de las personas y, por ello, sobre la naturaleza.

A lo largo de las civilizaciones, las guerras han sido eficientes puntos de inflexión, periódicos, para el reordenamiento de las sociedades, dentro de la lógica de distintos modelos de acumulación, muy anteriores al capitalismo: se trataba de alguna forma de acumular territorios, recursos y energía, para enfrentar la eventual escasez de… territorios, recursos y energía. O esa era la justificación cultural de cada momento.

Si es cierto que lo que existe hoy, así como está, no va más, podemos asumir que estamos saliendo de una etapa “normal”, en la que la política fue marcada por la economía y ésta por la física newtoniana, y que la diversidad de fenómenos que estamos asistiendo en las últimas décadas parece indicar que es la economía la “bisagra” que puede ser radicalmente sustituida por otra, liberada del pecado original que tantas catástrofes ha ocasionado: pensar las relaciones sociales en función de un mercado concebido desde la escasez como condición de base y motor de una economía de crecimiento infinito.

El recurso fundamental para producir buen vivir desde los territorios particulares es el conocimiento, que permite transformar poco en suficiente. Escasez de dinero-instrumento, tampoco, si incluimos las variadas formas de monedas complementares, en múltiplos arreglos sociales, que ya están en funcionamiento hace más de un siglo. Dentro y fuera del sistema, lo veremos más adelante.

Pero, en esos bordes a los que nos referimos, queremos señalizar, en particular, a dos iniciativas que están ocurriendo en Brasil: el Banco Palmas, de Fortaleza, Ceará, que conmemoró hace poco sus 17 años de existencia y el colectivo Fora do Eixo que acaba de coordinar el evento de proclamación de la “República”, donde la demanda central es la de pensar y empezar a hacer TODO, AL MISMO TIEMPO y AHORA para la construcción del mundo en que quieren vivir.

Si la innovación aportada por el Banco Palmas puede ser caracterizada como ruptura de paradigma en el mundo de las microfinanzas, gracias a la introducción de la moneda social y la articulación de la sociedad civil con el poder público a más alto nivel (Ministerio del Trabajo y Banco Central), el colectivo Fora do Eixo reconoce como sus ancestros la dinámica en red del Foro Social Mundial y la inspiración de la gestión cultural de un Ministerio de Cultura que propuso hacerle una especie de Do In descentralizado a todos los rincones del país, para que se apropiaran de su modo de vida, para que se atrevieran a llamar cultura su fuerza expresiva. Esa dimensión puede ser mejor comprendida si conocemos la reciente respuesta del ex ministro Gilberto Gil, que le contestó a un amigo que le preguntó “¿Qué vas a hacer a la República?”: “Me voy a ver. Yo me voy a visitar…”

Existen en la actualidad más de 100 grupos en Brasil y América Latina, que realizan sus festivales independientes, “fuera del eje” de los circuitos comercializadores tradicionales y tienen en su haber el funcionamiento de una Universidad Libre, una veintena de casas comunitarias, un Banco FDE y más de 70 monedas sociales, descentralizadas, sin apoyo de ningún ministerio e ignorantes del Banco Central…

En apoyo a nuestro optimismo enunciado al comienzo, queremos señalar aquí que ha pasado poco más de una década para el proceso de transformación de las monedas complementarias gestionadas por sus usuarios – monedas sociales – si recordamos que todo partió del modelo argentino (Club del Trueque de Bernal, 1995) que se trasladó a Brasil en 1998 y ahí se desarrolló con autonomía hacia dos formatos bien distintos, en operatoria e impacto, como son el Banco Palmas (2002) y el Cubo Card del colectivo Fora do Eixo (2005). Ha sido un proceso vertiginoso, en términos históricos.

Una mirada retrospectiva sobre ese fenómeno permite identificar un algoritmo bastante universal, el de la misma evolución: diferenciación, selección y amplificación, como veremos más adelante. No resulta obvio, ni siquiera visible que tales rupturas de paradigma a nivel de las monedas sociales puedan impactar en el funcionamiento de la macroeconomía de cada país, pero si tenemos en cuenta la masividad de su uso en Argentina (1995-2002) aliada al apoyo del gobierno nacional, del Banco Central y de la juventud impulsora de iniciativas culturales que proponen “otro mundo posible”, en Brasil y más allá, tampoco se puede ignorar esa expresión de “creativos culturales” en América Latina.

Frente a noticias que repiten hasta el cansancio descripciones de crisis sucesivas, en las que el dinero está siempre en el centro, sabemos hoy que es posible crear abundancia sustentable o suficiente, para no caer en el descrédito de los lectores que viven “sensaciones” opuestas – de escasez de casi todo en su entorno…

En otras palabras, debemos empezar por alejarnos de la idea de abundancia como exceso de todo, derroche sin fin, idea por cierto corriente en nuestros días de hiperconsumismo desenfrenado y superfluo, como patrón del que no se pudiera salir hacia otros de mayor fluidez y convivialidad. Para ampliar nuestra apuesta a un mundo menos consumista y más ocupado con el futuro, es decir, más austero y socialmente responsable.

Debemos empezar por alejarnos de la idea de abundancia como exceso de todo, derroche sin fin.

Ya nadie duda que ese cambio de paradigma necesariamente involucre el fenómeno social del dinero, ya que la situación actual fue alcanzada con su innegable colaboración, por no atribuirle causalidad directa. Cuando introducimos la idea de dinero como fenómeno social y no solamente nos referimos al sistema monetario actual o a la misma economía, lo hacemos porque creemos que sólo allí donde esa idea germinó aparecieron brotes de solución a la raíz del problema… que podrían, tal vez, transformarse en prácticas sociales sustentables. Banco Palmas y colectivo Fora do Eixo son ejemplos en expansión, abiertos pero de contribución indiscutible.

No menos importante es considerar que si, en el paradigma “normal”, la economía y el dinero estuvieron siempre trabajando en favor de la concentración de la riqueza, ello se dio gracias a la construcción gradual de estrategias complementarias, que se revelaron muy eficientes como partes integradas del sistema económico y político vigente. Ellas son, entre otras:

  • la generación de deudas externas exponenciales, a partir de procesos permanentes de endeudamiento de países empobrecidos: préstamos privados son luego estatizados, cayendo sobre el conjunto de la población el pago interminable de arbitrarios intereses bancarios, para evitar el aislamiento del financiamiento internacional;
  • la concentración de enormes masas monetarias en fondos de pensión para beneficio de los sectores más ricos de la población (de países ricos y pobres), desviándolas de la economía real, que se vuelve huérfana de los recursos localmente generados;
  • la multiplicación de distintos formatos de refugios fiscales, interconectados y promotores de lavado de dinero mal habido al alcance de sociedades-fantasmas que sirven a drenar aún más recursos de la economía real.

Recién a partir de la segunda mitad del Siglo XX, empiezan a organizarse respuestas que se atrevían a cambiar las formas de pensar el dinero y el crédito: nacen los primeros sistemas de microcrédito con vocación masiva, aun dentro del paradigma convencional, es decir, sin cuestionar la legitimidad del interés bancario. Nos referimos específicamente a los programas de microcrédito que se desarrollaron a partir de la experiencia pionera de Muhammad Yunus, a quien le tocó el Premio Nobel de la Paz, lo cual no deja de ser interesante, porque ese mismo año el Nobel de Economía le tocó a Edmund Phelps, por sus aportes al análisis de las compensaciones internacionales en las políticas macroeconómicas… ¡Vaya contradicción!

En otro espacio, que podríamos comprender como innovación rupturista, es a partir de los años ’80 que por iniciativa de Michael Linton aparecen en Canadá los primeros LETS – sistemas de monedas complementarias locales, que se difundirían y transformarían a países de ambos hemisferios, avanzando sobre iniciativas que involucran una responsabilidad distinta de la ciudadanía en su desarrollo y manutención.

Es en esa misma década que en Brasil se empieza a experimentar con éxito el presupuesto participativo, cuyo modelo aplicado en Porto Alegre es otro claro ejemplo de alteración de la gestión de los fondos públicos, con interferencia decisiva de la ciudadanía. En Argentina, podemos nombrar la interesante recopilación de experiencias conducida por UNICEF.

Pero es a partir de mediados de los años ’90 que se multiplican con autonomía las iniciativas de monedas complementarias que hemos propuesto denominar “monedas sociales” por sus características de creación, distribución y control por las mismas comunidades usuarias. Más adelante, nos detendremos específicamente en el caso de Argentina, tanto porque fue, sin dudas, el caso de mayor desarrollo autónomo e impacto cuantitativo a nivel de país, como por su importancia en la difusión de ese modelo de gestión a los demás países de América Latina.

Así es como aparece en Brasil, en 1998, el primer “club de trueque”, en la ciudad de Sao Paulo, iniciativa pionera que aún persiste. En ese país, algunas iniciativas de monedas sociales se desarrollaron con especial vigor y diferenciación, existiendo hoy dos modelos claramente distintos al primitivo: son los bancos comunitarios de desarrollo, apoyados por el poder público, y los colectivos culturales independientes, en plena expansión, que no hacen foco en la economía y la moneda social (aunque las incluyen) sino en un modelo cultural integral contra-hegemónico, que abarca desde la convivencia comunitaria, la organización de manifestaciones culturales en todo el territorio del país, una expansiva propuesta de medios de comunicación alternativos y una universidad libre, todos absolutamente Fuera del Eje

Volviendo a nuestro optimismo inicial, insistimos en que, frente a la tríada viciosa de concentración de la riqueza, estamos asistiendo a la emergencia de una silenciosa pero no menos expansiva tríada virtuosa, que busca re-equilibrar el ecosistema planetario, que es natural y social. No exenta de conflictos, por supuesto. Pero posible de ser re-equilibrada: con inteligencia, imaginación y riesgos!

Estamos asistiendo a la emergencia de una silenciosa pero no menos expansiva tríada virtuosa, que busca re-equilibrar el ecosistema planetario, que es natural y social.

Pese a que las crisis monetarias han sido recurrentes y cada vez más frecuentes en el último siglo, para muchos sigue siendo difícil abandonar la idea de que no sólo es necesario sino posible cambiar el sistema monetario y con él apalancar otro tipo de relaciones sociales. Esa idea fue instrumentada en la década de los treinta, del siglo pasado, luego de la mayor crisis global que afectó al mundo industrializado en el Occidente.

Nos referimos específicamente a dos casos, paradigmáticos ambos: el de la moneda oxidable de Wörgl2, en Austria, que redujo el desempleo en un 25% en dos años y el del sistema WIR3, en Suiza, puesto en marcha en 1934 por un conjunto de 17 pequeñas empresas. En este caso, se trató de crear una moneda complementaria con la cual se hacían transacciones entre las empresas-miembro, ahorrando la moneda oficial que escaseaba. Según estudios recientes, ese mecanismo contra-cíclico parece haber contribuido significativamente para la construcción de estabilidad de ese sector de la economía suiza4.

Si la primera desapareció por decisión de un Banco Central celoso de sus funciones de control, que no permitió que otras ciudades en Austria adoptaran medidas similares y terminó con la exitosa experiencia pionera, la segunda tuvo otro destino: evolucionó de cooperativa a banco y persiste hasta la actualidad, operando con dos monedas (WIR y franco suizo) con más de setenta mil clientes, en general del sector de pequeñas empresas. Los préstamos en WIR no tienen interés bancario, con lo cual préstamos tomados en las dos monedas se vuelven significativamente más ventajosos para los tomadores de crédito. En la actualidad, la moneda WIR puede ser utilizada hasta para la compra de autos y departamentos, según negociaciones entre los mismos usuarios. Para quienes ello parezca importante, agregamos que el Banco Mundial acepta la sigla $W como símbolo de esa moneda complementaria, legal y que ha cumplido sus 80 años!

En otras palabras, el sistema monetario puede ser alterado, si hay voluntad de hacerlo y estrategias de sustentabilidad adecuadas, como el ejemplo citado anteriormente.

Pero, mucho más allá de eso, es necesario reconocer que la permanencia del sistema monetario actual está conduciendo el planeta a una catástrofe sin precedentes. En el reciente Informe al Club de Roma Capítulo Europeo, que lleva por título “Dinero y sostenibilidad: el vínculo perdido”[5] hemos señalado seis consecuencias sistémicas de ese sistema monetario, absolutamente relevantes para las generaciones futuras:
1. El sistema monetario es inestable en sí mismo, dando como resultado una dinámica insoportable para cualquier modelo de desarrollo que busque sostenibilidad;

2. Amplía el ciclo económico en una serie permanente de expansiones y contracciones en la economía, complicando todo problema económico-social.

3. Fomenta sistemáticamente el pensamiento de corto plazo, que impide pensar el impacto de las políticas públicas, tanto sobre los sectores menos favorecidos de la población, como sobre el ambiente;

4. Requiere un crecimiento infinito de la economía, cuya inviabilidad es fácilmente demostrable en la práctica;

5. Concentra indefectiblemente la riqueza, lo que viene mostrando su paradojal resiliencia, aun después de la crisis de 2007-8;

6. Destruye el capital social que se acumula gracias al funcionamiento de los pequeños mercados locales, a la vez que impide su reconstrucción cuando homogeneiza el mercado en función de criterios de costo-beneficio, en contra de la preservación de la biodiversidad cultural.

Nos parece importante introducir aquí esas consideraciones, puesto que lo que se ensayó hace ochenta años, por el Estado por un lado (en el extinguido caso Wörgl) y por el sector privado, por otro (WIR) tuvo destinos muy distintos, que hablan en favor de la necesidad de dotar a esas innovaciones de sustentabilidad, además de impacto territorial. De ahí, quizás, deriva la mayor importancia del Banco Palmas, que supo construir relaciones de corresponsabilidad entre la sociedad civil y el poder público, en el caso, a partir de la SENAES (Secretaría Nacional de Economía Solidaria) del Ministerio de Trabajo y Empleo y el mismo Banco Central, lo cual es inédito en la historia de las monedas sociales.

Otro elemento diferencial a tener en cuenta es que la casi totalidad de los programas de microcrédito que se desarrollaron a partir de los años ’70, lo hizo dentro del paradigma tradicional de aceptación del dinero como “bien escaso”. Se conservaron las reglas de créditos con devolución de capital más intereses, facilitando a penas el acceso a poblaciones normalmente excluidas del sistema bancario. Se trata, sin dudas, de una iniciativa épica e inspiradora… dentro del sistema. Es en este sentido que el Banco Palmas representa una innovación paradigmática, cuando incluye en sus estrategias iniciales de microcrédito en moneda oficial la creación de nuevos instrumentos de dinamización de la economía local, como fueron el Palma Card, las incubadoras de pequeños negocios y, sobre todo, la moneda social circulante local Palma. Es ella (no el microcrédito en moneda oficial) la que representa una ruptura de paradigma con el modelo vigente, puesto que permite incrementar la masa monetaria circulante en condiciones de soberanía, es decir, en forma sostenible, cuando se asocia a la movilización del potencial de mercado latente en la comunidad, para crear una economía local real, no especulativa.

En nuestra comprensión, el segundo diferencial relevante fue el de focalizar desde el principio en las políticas públicas, a partir de la construcción de capital social y no del clientelismo, frecuente en los regímenes populistas. Esa búsqueda de alianzas encontró el socio ideal en la SENAES, conducida desde su creación en el 2003 hasta la fecha, por un economista con la trayectoria del Profesor Paul Singer: ese horizonte mucho más amplio fue fundamental para que hoy exista una Red Brasileña de Bancos Comunitarios de Desarrollo, con más de cien iniciativas en todas las regiones del país.

Varias de ellas tienen apoyo institucional de los gobiernos locales, que las articulan con otros programas sociales, como la Beca Familia, responsable de la salida de la pobreza de más de 40 millones de personas en la última década. La tercera y no menos importante innovación fue el apoyo activo del Banco Central de Brasil a esa política de inclusión financiera, sin el cual la Red Brasileña no hubiese escalado en el sector hasta alcanzar los 104 bancos comunitarios de desarrollo que la componen6.

Es indudable que esas innovaciones podrán trascender no sólo en Brasil y en América Latina, sino en otros países de ambos hemisferios, razón por la cual sostenemos que ese caso debe ser estudiado y difundido por todos los medios académicos, políticos y periodísticos, utilizando el potencial de las redes sociales, de efecto claramente más expansivo que los demás. Aunque sea para provocar interés, dudas y discusiones, primeros pasos para cambiar la realidad.

Una razón de esa necesidad es que ahora que hemos salido de la Era Industrial y hemos entrado indefectiblemente en la Era de la Información, todos los países del mundo están en realidad “en vías de desarrollo”. Sencillamente, algunos países todavía siguen negando este hecho…

Teniendo en cuenta que nos hemos referido a iniciativas que afectan a dos sectores sociales particulares (población de baja renta y jóvenes “indignados” contra el sistema), nos queda aquí una reflexión de naturaleza quizás más antropológica, a saber, si los demás sectores sociales que viven sobre el mismo suelo y bajo el mismo cielo – esencialmente las clases medias, inclusive los que escribimos y leemos estos textos – se sienten invitados al protagonismo de esa gesta transformadora. O si su sensibilidad requiere aún de las periódicas catástrofes naturales que recuerdan esa pertenencia y ese destino común.
En nuestra comprensión, es el conjunto de habitantes del planeta y sus organizaciones de todo tipo los que necesitamos un nuevo sistema operativo social, para decirlo en términos de la cultura digital vigente.

“La arquitectura es la política de la Red”, sostuvo ya Lawrence Lessig (2000) en su libro “Código y otras leyes del ciberespacio”. Casi simultáneamente, cuando publicamos la primera edición en inglés de “El futuro del dinero”, su subtítulo fue “Cómo crear nueva riqueza, trabajo y un mundo más sensato”, es decir, mirábamos en la misma dirección: es necesario recrear una arquitectura totalmente nueva para las relaciones sociales y hoy sabemos que el dinero estará involucrado en ella. Los escenarios aquí mencionados parecen apuntar en esa dirección. Por ello, sostenemos que es posible, además de necesario y urgente, construir un nuevo sistema operativo social.

2. Argentina, al fin, por algo está en del Río de la Plata…

Aunque no es objetivo central de estas reflexiones analizar en profundidad el “caso argentino”, queremos dejar sentada nuestra opinión de que él ha sido tan estudiado como poco comprendido, por muy distintas razones. Entre otras, porque se considera que fracasó, luego de la crisis del 2001/2002. Pero, si hay tan distintas y opuestas versiones en Argentina sobre el tema ¿cómo no las habría entre quienes se acercan con distintas miradas y a destiempo a buscar explicaciones del caso que fue, tal vez, el más impactante por las cifras que alcanzó, en tan poco tiempo? A los interesados, les recomendamos el artículo de Primavera (2009) “Monedas Sociales y Economía Solidaria: un matrimonio indisoluble, con comunión de bienes”, traducción de un artículo original publicado en inglés en la revista Working USA.

Se conoce que en Argentina, las redes de clubes de trueque con monedas sociales (denominadas “créditos”) alcanzaron un número muy significativo de personas, alrededor de 35% de la población económicamente activa del país, según encuesta de Gallup (2001). Su importancia radica en que empezó como un sistema de monedas complementarias gestionadas por un pequeño grupo fundador, que, al ser apropiado por los usuarios, se transformaron en monedas sociales: los clubes de trueque empezaron a manejarse en forma descentralizada, emitiendo inicialmente cada uno sus propias monedas y articulándose luego en regiones democráticamente gobernadas a través de asambleas mensuales, con representantes de todo el país.

Para no detenernos en la historia de las distintas etapas, que puede ser encontrada – diversa y contradictoria – en la bibliografía disponible, lo que nos interesa en este ítem es rescatar algunos aspectos orientados al futuro:

1. El primer club del trueque en Argentina nace en 1995, en la localidad de Bernal, vecina a Buenos Aires, casi en simultaneidad con la red Tlaloc de México; no había conocimiento entre ellos, ni de proyectos similares, puesto que entonces no era tan accesible saber qué estaba pasando en otros países. Lo que, sí, era una praxis nacional común era la multiplicidad monetaria: desde 1984, empezaron a circular los “bonos provinciales” que alcanzaron a ser 19, además del dólar USA como moneda convertible al peso nacional.

2. La red del trueque se desarrolló, inicialmente, centralizada en el nodo fundador, pero muy pronto surgieron multiplicaciones distintas, con enfrentamientos ideológicos y políticos, que fueron cristalizando “sub-modelos” distintos en las distintas regiones del país. Se contabilizaron más de 100 sistemas /redes distintas desde su creación hasta el presente.

3. Muy pronto, debido a una particular circunstancia que nos permitió recorrer los países de la región, otras iniciativas se empezaron a desarrollar cubriendo casi toda América, entre 1998-2001. Ello se hizo, en particular, a partir del PAE (Programa de Alfabetización Económica) de la RedLASES. En nuestro conocimiento, en la actualidad, solo permanecen en franca expansión, con vigor, fuerte diferenciación y apropiación local, aquellas mencionadas en Brasil y el Sistema Nacional de Trueke en Venezuela.

4. A partir de 1998 en las redes de trueque de Argentina hubo una etapa de tentativa de gobierno colegiado a nivel nacional (“Comisión Interzonal”), con representantes elegidos “por las bases”, es decir, por todos los usuarios de los clubes de trueque (“nodos”) que desearan participar; el libro de Peter North (2009) “Money and Liberation: The Micropolitics of Alternative Currency Movement “ da cuenta de esa experiencia, a partir de una rigurosa investigación local.

5. Hubo gradual interés de gobiernos municipales y provinciales en la expansión de las iniciativas, que tuvieron como resultado numerosas declaraciones de interés social y, en algunos casos, aceptación de pagos de impuestos municipales con las monedas sociales locales. En el período 2000-2001, hubo cinco proyectos de ley enviados al Congreso Nacional para reglamentar la emisión y distribución de monedas sociales, desde el oficialismo hasta la oposición más dura: ninguna fuerza política se quedó fuera del reconocimiento y discusión del tema.

6. En diciembre de 2000, el grupo fundador logró avanzar hacia el gobierno nacional, en una bien intencionada pero mal informada actitud sobre el movimiento del conjunto de redes existentes a nivel del país; el apoyo duró apenas seis meses, suficientes para que la confusión sobre monedas oficiales y no-oficiales se extendiera al territorio nacional y el gobierno comprendiera su error.

7. En enero de 2001, al interior de la coordinación nacional se produjo la inevitable secesión RGT/RTS – Red Global del Trueque (nodo fundador) / Red del Trueque Solidario (opositora). Es importante señalar que ello ocurrió un año antes de la crisis mayor, crisis del primer default de Argentina en el Siglo XXI. Una explicación fácil para esa situación es que era imposible coordinar alrededor de 10.000 nodos, anárquicamente distribuidos por todo el país.

8. Hacia fines de 2002, mediados de 2003, la RGT cayó subsumida en sus malas praxis de franquicia social: Seigneurage (apropiación por los “señores” de la emisión) y “venta” no controlada en moneda oficial de paquetes de moneda “social” por la mitad de su valor real, acompañados por un manual de instrucciones… Según algunas fuentes, su inflación alcanzó al 35.000%. Intentaron “oxidar” para rescatar el pensamiento de Silvio Gesell, pero no fueron creíbles ni para ellos mismos. El golpe a la confianza en el sistema fue demasiado grande y el gobierno centralizado de la RTS tampoco resistió: en poco más de dos años se cayó casi todo lo que se había construido en siete años, ahora ya entremezclado con la crisis del default. Quedan numerosas preguntas acerca de por qué ello ocurrió, pero pocas investigaciones han alcanzado más que la simple descripción de los hechos.

9. Según investigaciones recientes, persisten unas cuantas iniciativas-testigo (“monadnocks”) que muestran formas que sobrevivieron localmente, guardando valores y modelos de gestión adecuados a pequeños grupos. O sea, la totalidad de esos remanentes se alejó de la vocación de articularse en grandes redes y/o incidir en la política pública.

10. En términos generales, se puede decir que lo que existe en la actualidad es una franca resistencia de personas, grupos e instituciones a evaluar y retomar esa experiencia, aun si hoy están dadas las posibilidades de gestión transparente, con los nuevos aportes de las TIC. Se han hecho algunas incursiones a nivel del sistema educativo, buscando “barajar y dar de nuevo” con una población no contaminada por la experiencia de los años ’90. Algunos avances se están haciendo con grupos de PyMEs y colectivos. Las puertas están abiertas.

3. Monedas complementarias son (casi) todas: algunas relecturas oportunas

Según un estudio hecho por Jerome Blanc7, monedas complementarias a la moneda nacional son más la regla que la excepción. Ese autor rescata tan sólo en el período 1988-96, particularmente rico en crisis monetarias, 465 ejemplos de prácticas monetarias paralelas, en más de 120 países. Pese a ello, no siempre son reconocidas como tales y, como consecuencia, permanece la aceptación de sentido común de que “el dinero es intocable”, salvo por gobiernos y bancos. Entre las más comunes están los vales-transporte, vale-comidas, las frecuentes millas aéreas acumuladas que pueden usadas en diferentes empresas, los bonos de descuento, etc. Todas esas son de iniciativa empresarial y tienen como finalidad enfrentar la iliquidez del mercado y fidelizar clientelas para cierto grupo de empresas. Existen también iniciativas del poder público, como fue el caso de los “bonos provinciales” en Argentina, que alcanzaron a conformar un conjunto de 19 monedas paralelas a la moneda nacional en la década de los 90, durante el ajuste estructural.

Aunque poco conocidos, en la academia y en la política, Brasil tuvo al menos cuatro casos de instrumentos monetarios promovidos por el poder público. Fueron las “brizoletas”, las “glenetas”, el vale-transporte de Curitiba y el Campino Real8. Las brizoletas fueron bonos emitidos por el estado provincial para financiar la construcción de escuelas públicas en Rio Grande del Sur, en la década de los ’60. Treinta años más tarde, las glenetas fueron utilizadas para pagar los empleados públicos de la ciudad de Santana do Livramento, permitiendo un alivio transitorio de la situación económica. En los años ’70, el vale-transporte de la ciudad de Curitiba (PR) fue instrumentado por el intendente Jaime Lerner, a partir de la colecta selectiva de basura. En los años ’90, el pequeño municipio de Campina do Monte Alegre (SP) tuvo su moneda local, el Campino Real, que duró apenas el período de gestión de su primer alcalde, pero se está preparando una versión actualizada, con el mismo político que la implantó.

En Brasil, las monedas sociales producidas por iniciativa de la sociedad civil nacieron en 1998, en la periferia de São Paulo, de la mano del modelo argentino de club del trueque. Esa iniciativa aún persiste, no ha cambiado su sitio de funcionamiento y, si bien trató de replicarse en escuelas públicas, no tuvo el crecimiento de sus pares argentinos. En este sentido, es importante remarcar que en Argentina el movimiento se hizo fundamentalmente a partir de sectores de las clases medias empobrecidas, mientras en Brasil ello se intentó a partir de los sectores sociales de menores ingresos, con una actitud militante muy marcada, de donde también se origina su vulnerabilidad.

Si en Argentina el modelo fue sostenido desde la autonomía del poder público, en Brasil hubo mayor diversidad de iniciativas y por ello permanecen cuatro “familias” de monedas sociales: (a) “clubes de trueque” autónomos o débilmente articulados entre ellos; (b) monedas sociales de corta duración, presentes en eventos masivos, en general de Economía Solidaria; (c) monedas de grupos culturales como aquellos mencionados anteriormente (Fora do Eixo) y (d) monedas sociales locales, de bancos comunitarios coordinados por el Banco Palmas, también mencionado. Fue el modelo Banco Palmas el que apostó de entrada a un acercamiento a la política pública, logrando el apoyo del Ministerio del Trabajo y, posteriormente del Banco Central, hecho inédito en la historia de las monedas sociales.

Inédito, pero no irrepetible, habría que arriesgar. Ese dato no es menor, porque si aceptamos que la crisis es global y que necesitamos un cambio de paradigma para rediseñar las relaciones sociales – política, economía y sistema monetario – un Banco Central capaz de repensarse no es para nada desdeñable…

4. Cómo interpretar lo que está pasando para construir futuro a partir de hoy

Como sostiene el Informe al Club de Roma mencionado anteriormente, hay abundante evidencia histórica de que dinero y sustentabilidad están íntimamente relacionados. Sin embargo, ésa no es la visión percibida aun por aquellos que están a favor de la redistribución de la riqueza y de lucha por la sustentabilidad de la especie humana en el planeta! ¿Cómo explicar esa distancia?

En general, las preocupaciones con el cambio climático, la degradación ambiental, el agotamiento del agua y los alimentos, el crecimiento poblacional y el uso abusivo de las energías fósiles no se acompañan de idénticas preocupaciones con el sistema monetario, ni por soluciones que podrían promover formas de dinero abundante, que llevarían a la sustentabilidad en horizontes de corto plazo, allí donde el problema de la escasez de dinero es visto como crítico.

Aunque parezca una obviedad, debemos recordar que el dinero es una creación social y, como tal, puede ser cambiado si no está cumpliendo su papel de facilitador de intercambios. Antes que un olvido – grave, por cierto – existe una profunda y sorprendente ceguera cognitiva en relación a ese vínculo perdido, que une los dos polos de la construcción social dinámica y la sustentabilidad como destino.

Nuestra comprensión es que el dinero ahí se encuentra, en ese eslabón que estuvo perdido, pero que viene emergiendo en múltiples iniciativas que niegan el sistema vigente. No nos referimos solamente a aquellas iniciativas que cambian el propio sentido del dinero, sino también a las más variadas iniciativas con visión integradora, que deben ser reconsideradas como complemento esencial, si queremos ir más allá de paliar localmente nuestras situaciones de crisis; si queremos realmente construir entre todos un nuevo sistema operativo social, donde ya no se hable de utopía, sino de un destino posible y próximo a alcanzar: vida digna para todos los habitantes del planeta, en armonía con la naturaleza.

Los ejemplos son numerosos: ecovillas, comunidades en transición, circuitos culturales independientes como el Fora do Eixo que está en Brasil y en muchos países de la región y fuera de ella. Ecovillas con monedas propias existen hace más de 40 años: Damanhur, en el norte de Italia, es un ejemplo donde el “crédito” es una bella moneda acuñada como moneda fuerte y usada en vez del euro, en la paridad 1 a 1. Actualmente, también está en uso una moneda en unidad de tiempo, que explica el bienestar económico de la comunidad10.

En otras palabras, en medio de las crisis, existen buenas noticias: la revolución de la información y las comunicaciones nos empuja exactamente en el sentido necesario. Procesos de democratización de la más diversa índole están siendo apoyados, cuando no provocados y organizados por las redes sociales. Por ello, retomando las propuestas hechas en el reciente Informe al Club de Roma aquí mencionado, en las que el sistema monetario puede ser desdoblado creativamente, nos parece oportuno referirnos a nueve estrategias con distintas motivaciones, que se encuentran en diferentes grados de instrumentación. Ellas pueden ser adoptadas en paralelo al sistema monetario convencional, utilizar medios electrónicos de transacción y, como condición de éxito, deben ser lo más transparente posible a los usuarios, para generar confianza y reducir fraudes potenciales.

Un breve enunciado de esos sistemas, en orden de complejidad ­­­creciente, empieza por aquellos que pueden ser emprendidos por ONGs o empresas:
Doraland: se trata de un sistema propuesto para Lituania, con el propósito de crear un “País que aprende”, en el cual un(a) voluntario(a) que aprende o enseña es retribuido en “Doras”, una moneda cuyo propósito es ayudar a las personas a realizar sus sueños. Fácilmente instrumentado por ONGs.

Fichas de Bienestar: una organización de la comunidad trabaja en cooperación con proveedores de prevención de la salud para tratar las situaciones antes que ocurran; esas fichas se usan para premiar y promover conductas saludables, fomentando el cuidado del propio cuerpo, reduciendo los costos de largo plazo para la sociedad.

Ahorro Naturaleza: son sistemas de ahorro totalmente respaldados en árboles preexistentes. Esa moneda tendría una protección a la inflación superior a cualquier moneda nacional, al mismo tiempo que promovería la reforestación y crearía depósitos de carbono para el largo plazo. Otra ventaja es que funciona bien para pequeños ahorros.

C3: es un sistema conocido como Circuito de Crédito y Consumo, o B2B (Business-to-Business) que promueve la reducción del desempleo, creando capital de trabajo para pequeñas y medianas empresas. El “clearing” de la red de empresas puede ser totalmente respaldado por facturas de calidad, pasibles de ser reconvertidas en dinero cuando es necesario. Los seguros y bancos son parte activa del sistema, que ya está en funcionamiento en Brasil y Uruguay.

Moneda de Referencia Comercial (TRC:Trade Reference Currency): es el equivalente a nivel global, que podría ser utilizado para empresas multinacionales, solucionando el conflicto entre prioridades de financiamiento de corto plazo y necesidades sociales y ambientales de largo plazo. Sería una moneda global respaldada por una canasta de “commodities” y servicios relevantes para la economía global. Está pensada como una moneda global distinta a cualquier moneda nacional, reduciendo el riesgo de tensiones geopolíticas en las zonas monetarias de influencia.

Los cuatro ejemplos de sistemas de innovación monetaria que siguen son de iniciativa gubernamental, siendo aplicables a nivel de ciudades, provincias, regiones o países. Ellos son:
Torekes: es una iniciativa municipal destinada a promover la acción del voluntariado, al mismo tiempo que motivar comportamientos pro-ecologistas y de cohesión social en sectores de bajos ingresos. Está en funcionamiento desde 2012, en la ciudad de Gant, Bélgica.

Biwa Kippu: es una propuesta de la municipalidad de Biwa, Japón, destinada a financiar la restauración ecológica y la manutención del Lago Biwa, el más grande y más antiguo lago del país. Está en discusión el carácter voluntario u obligatorio para los moradores del área.

Civics: es una propuesta de fortalecimiento de una ciudad o región para financiar actividades cívicas sin cargar sus presupuestos. Tales actividades pueden generar trabajo en proyectos de tipo educativo, ecológico o social, pudiendo ser discutida su aprobación democrática.

ECOs: se trata de una propuesta para el nivel de país o para un conjunto de países, para financiar proyectos ecológicos de largo plazo relacionados al cambio climático. Podría implementarse como una moneda sin interés bancario emitida por los gobiernos, que demandaría a las empresas el pago compulsorio de contribuciones proporcionales a sus ventas, solamente en monedas ECOs. En este caso podemos incluir la iniciativa de moneda Azul, que se ha puesto en práctica en ocasión del lanzamiento del Programa Conectar Igualdad en Argentina, con apoyo del Gobierno Canadiense, que distribuyó más de cuatro millones de netbooks a todos los alumnos de las escuelas públicas secundarias del país.

Debemos necesariamente aprender a vivir en red, aprender de quien ya está haciendo y apoyar a quienes quieren empezar, sin puntos fijos de llegada, sin recetas seguras.

Pensar el conjunto de esas estrategias como complementarias nos permite a la vez adecuarlas a cada territorio/comunidad/cultura por dónde empezar, según las condiciones. En cada caso debería elegirse el camino y avanzar gradualmente, a partir de la demonstración de sus resultados. Por ello, son importantes las nuevas tecnologías de la información y la comunicación: debemos necesariamente aprender a vivir en red, aprender de quien ya está haciendo y apoyar a quienes quieren empezar, sin puntos fijos de llegada, sin recetas seguras. ¿Quizás como el club del trueque de Argentina que se transformó en iniciativas tan distintas en Brasil?

Como en una floresta que sobrevive a una catástrofe, algunas funcionarán, otras no. Lo más importante es que creamos en la necesidad y en la posibilidad de construir ese nuevo ecosistema monetario, con el criterio de la fábrica más exitosa de todos los tiempos – la propia naturaleza – que indica el camino de la biodiversidad.

¿Por qué no probar la biodiversidad monetaria? ¿Por qué no hacer de ella nuestro proyecto y nuestra responsabilidad?

Si queremos realmente construir ese nuevo sistema operativo social, nos debemos todos – gobiernos, empresas, comunidades organizadas o efímeras, universidades y probablemente nuevos emergentes actores sociales – esa búsqueda y la construcción de futuro para las nuevas generaciones. Las condiciones están dadas y los ejemplos están a la vista.

De ahí nuestro optimismo.

Notas

1Kuhn, Thomas (1962) La estructura de las revoluciones científicas. Buenos Aires, 9ª edición, 2006, Fondo de Cultura Económica.

2Wörgl: moneda oxidable, Capítulo 6, ver Lietaer, B. (2006) El futuro del dinero. Como crear nueva riqueza, trabajo y un mundo más sensato, Buenos Aires, Longseller. Existe una versión en portugués en www.ofuturododinheiro.wordpress.com, que incluye un prólogo con el Profesor Paul Singer y un capítulo de Heloisa Primavera sobre las monedas complementarias sociales en Brasil.

3Wir: moneda cooperativa, ver Capítulo 6, ver Lietaer, B (2013) op. citado.

4Stodder, James (2009) “Complementary Credit Networks and Macro-economic Stability: Switzerland’s Wirtshaftring” Journal of Economic Behavior & Organization, 72, October, 2009, pp. 79–95.

5Lietaer, B., Arnsperger, C., Goerner, S and Brunnhuber, S. (2012) Money & Sustainability: the Missing Link, London, Triarchy Press.

6http://www.inovacaoparainclusao.com/ http://mundomicrofinanzas.blogspot.ch/2010/11/brasil-banco-central-presenta-ii-foro.html http://www.bcb.gob.bo/jfinanciera/sites/default/files/2jf/presentaciones/9.%20Feltrim%20Brasil.pdf

7Blanc, J. Las monedas paralelas: evaluación y teorías del fenómeno. http://www.socioeco.org/bdf/_docs/doc-125_es.pdf

8Lietaer, B. (2013) op. citado www.ofuturododinheiro.com.br

10Ver www.damanhur.org

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Heloisa Primavera es profesora de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y fue coordinadora del Proyecto “Jóvenes en riesgo y generación de empleo en la era digital”, en el marco del Programa Conectar Igualdad /ANSES/ Argentina, bajo auspicio de la Cooperación Técnica del Gobierno de Canadá (IDRC) www.1a1economia.blogspot.com www.catedradatos.com.ar www.redlases.org

Bernard Lietaer es investigador asociado en el Centro de Recursos Sustentables de la Universidad de California, en Berkeley y Profesor en el Programa Erasmus Mundus en la Universidad Paris I ; Autor de El Futuro del Dinero (Editorial Longseller, Buenos Aires,2006); Monedas Regionales (editorial La Hidra de Lerna, Almeria, Espana, 2012); y Moneda y Sostentabilidad: El Vinculo Faltante (Editorial Icaria, Barcelona, Noviembre 2014), ver: www.lietaer.com

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