Crónica de un congreso o Dios Salve a la Reina

Santiago García

La Reina Ana se levantó. Miró a su alrededor y sonrió. Estaba feliz por lo que veía. Fue como regresar a 1710, el año que promulgó el Estatuto de Ann, la primera Ley que defendía a los autores frente a los abusos de los intermediarios de aquel tiempo: los imprenteros.

Estos rufianes, agrupados en poderosas organizaciones de impresores, compraban por unas pocas monedas los textos a sus autores y se quedaban de por vida con los derechos para imprimir la obra. Y si ya no era rentable la olvidaban en el fondo de un baúl y nadie, nunca más, podía leerla.

El Estatuto de Ann terminó con este abuso e intentó establecer un equilibro para que todos ganaran. Limitaba los derechos de impresión a 14 años, más otros 14 si el autor estaba vivo, tiempo suficiente para que el impresor recuperara la inversión, para que el autor ganara por las ventas y para que la ciudadanía pudiera después disfrutar la obra de forma masiva al pasar ésta a Dominio Público. 
La Reina Ann murió pocos años después, en 1714, y desde el más allá observó con rabia cómo los intermediarios, cegados por su avaricia, volvieron a monopolizar los derechos de autor, extendieron enormemente los plazos para que las obras pasaran a Dominio Público y se enriquecían a costa de escritoras, cineastas y músicos.
Pero abrir los ojos en 2013 la llenó de entusiasmo. Gracias a un invento llamado Web, creado por Sir Tim Berners-Lee, londinense como ella, por cierto, las posibilidades técnicas del acceso se habían democratizado y, en tan solo unos años, el mundo del conocimiento cambió para siempre.
Los autores difundían sus obras con los derechos compartidos, las universidades divulgaban su conocimiento en cursos abiertos llamados MOOC, algunos gobiernos promovían el uso del software libre a nivel de Estado, las bandas musicales no necesitaban de discográficas para lanzar sus álbumes y hacerse famosos y los cineastas financiaban sus películas de forma colectiva a través de financiamiento colectivo. El mundo se parecía a lo que ella había soñado.
Quisimos invitar a la Reina Ann al II Congreso de Cultura Libre, pero el viaje era demasiado largo. Fue una pena, porque en esta segunda edición, buscamos realizar propuestas concretas que sirvan a los Estados en la construcción de políticas públicas donde los derechos de acceso al conocimiento, a la cultura y a la educación estén por encima del derecho al lucro y al negocio.
Igual contamos con expertos de varios países que vinieron a compartir sus experiencias e ideas. La lista es muy larga pero la tienes en la web del Congreso junto a todas las ponencias que se presentaron en los dos días que duró el evento. Y las conferencias magistrales se pueden ver en video: http://www.congresoculturalibre.org/article/ponencias-ii-congreso-30-y-31-mayo-2013/ 
Sería muy difícil resumir tantas charlas y discusiones en un artículo pero nos animamos a compartir algunas ideas. No pretenden convertirse en un manifiesto, ni mucho menos en un estatuto como el de Ann. Son un pequeño aporte del Congreso a la construcción de políticas públicas que no teman a enfrentarse a esos inescrupulosos intermediarios y que restablezcan el equilibrio y permitan el acceso de la ciudadanía a la cultura y la educación de forma libre y abierta.
· La cultura es un proceso de construcción libre y colectivo, de esa misma forma debería ser devuelto a la ciudadanía: no sólo como consumidora sino como productora legítima de expresiones culturales.
· Las expresiones culturales y educativas son bienes comunes no mercantiles. Es imperioso entender el acceso a la cultura y a la educación como derechos que están muy por encima del derecho de las empresas a lucrar y hacer negocio. El acceso debe estar reconocido, protegido y promovido por los sistemas legales nacionales e internacionales. 
· Los gobiernos deben trabajar para garantizar estos derechos a toda la ciudadanía, sin que esto perjudique a los autores, artistas y creadores. Hay que encontrar modelos de propiedad intelectual alternativos a los actuales que sólo persiguen el beneficio de las organizaciones intermediarias y no de los creadores y de la ciudadanía. 
· Estamos obligados a buscar nuevas formas de creación, difusión y consumo de los bienes culturales y educativos en estos tiempos digitales, y hacerlo usando Tecnologías Libres (TLIC) y licencias abiertas como, por ejemplo, Creative Commons. 
· Los gobiernos deben promover el uso de software libre y de licencias libres, sobre todo para aquellos bienes culturales producidos o financiados con dinero público. Se debe promover también el uso de Recursos Educativos Abiertos (OER) y plataformas que permiten difundir el conocimiento y las clases de forma abierta como los MOOC (Cursos en Línea Masivos y Abiertos).
Para algunos serán puntos muy evidentes y para otros resultarán una novedad. Lo importante es volver a creer en el trabajo en grupo, la creación de a muchos y la creatividad colectiva como fuerza disruptiva de cambio. Las herramientas están, las plataformas las tenemos. Aprender el uso crítico de estas herramientas para la comunicación, la cultura y la educación, es una obligación.
Recuerden que pueden acceder a todos los materiales del Congreso, videos, presentaciones, textos, fotografías, perfiles y crónicas, enwww.congresoculturalibre.org

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