Por qué no uso Facebook

Nicolás Echániz

La respuesta más sencilla consiste en que no me gusta la idea de que una corporación, cuyos objetivos y motivaciones seguramente no van en línea con los míos, sea dueña de mi información personal, conozca la estructura de mis relaciones, pueda monitorear mis gustos, actividades, cambios de apariencia y conversaciones; todo ello de la mano de usuarias y usuarios aplicados que no dudarán en etiquetar y reportar indiscriminadamente cualquier actividad propia y ajena.

Esta es una preocupación legítima, relacionada con la privacidad, pero de allí derivan otras relacionadas a la autonomía política y a la seguridad. Una sola entidad central con la capacidad para moldear de qué forma se construyen en el ámbito digital las relaciones, actividades y opiniones de gran parte de los habitantes del mundo, tiene un poder inigualable de manipulación.

No me gusta la idea de que una corporación, cuyos objetivos y motivaciones seguramente no van en línea con los míos, sea dueña de mi información.

Bajo la apariencia de independencia o neutralidad con respecto a la información, las redes sociales tienen la potestad de hacer visibles ciertas problemáticas o posturas y acallar otras. La “línea de tiempo”, como formato de comunicación en el que la información nueva se apila constantemente sobre lo pasado, impide la elaboración de mensajes más complejos donde la información se relaciona y se complementa para construir otro tipo de relato.

La misma lógica del “Me gusta” como forma de mostrar el apoyo a una causa, idea o entidad, es de por sí tramposa y genera una falsa percepción de la opinión de la sociedad. Monsanto Company, por ejemplo tiene unos 100.000 “Me gusta” en Facebook, el ejército de EE.UU. 3 millones, el Citibank 1 millón; cuántos “No me gusta” o “Me disgusta mucho” tendrían si fuera posible?

Llegando al plano más concreto de la seguridad y la integridad física, desconozco quiénes tienen acceso a toda esta información recopilada sobre mi persona y mis conocidos y qué uso puedan darle en el futuro, en caso, por ejemplo, de que volviéramos a vivir un proceso de persecución ideológica; no me interesa averiguarlo.

¿Tan de acuerdo estás con el estado actual de cosas que ninguna de tus acciones está en oposición a los intereses de los poderes establecidos?

A partir de este argumento surgen siempre quienes reflexionan: “pero si yo no hago nada malo, por qué tendría que preocuparme?”. Y probablemente tienen razón. Quien “no está haciendo nada malo” y está siendo un buen soldado del orden establecido, seguramente no tiene por qué preocuparse. A ellas y ellos les preguntaría: “¿Tan de acuerdo estás con el estado actual de cosas que ninguna de tus acciones está en oposición a los intereses de los poderes establecidos?”. Si la respuesta es “Sí”, entonces no hemos dejado de hablar porque yo no uso Facebook sino que hemos dejado de comunicarnos porque tu camino y el mío van separados, si no en dirección opuesta.

También está quien plantea que si tiene algo que comunicar o compartir que no desea que se haga público, entonces no utilizará Facebook como medio. Estas personas no se dan cuenta de que el fortalecimiento de Facebook y Whatsapp (de los mismos dueños) como medio de comunicación cotidiano entre las personas, ineludiblemente orada la posibilidad de supervivencia de otros medios de comunicación digital más independientes, menos vulnerables al escrutinio y la manipulación.

El día que necesiten otras alternativas para comunicarse, probablemente encuentren que esos medios ya no existen porque la masa acrítica ayudó a que desaparecieran.

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